Cincuenta años de la Revolución Cubana.

Por Daniel do Campo Spada.

 

cuba_26Latinoamérica está a punto de empezar a cumplir 200 años de vida independiente. Independencia desde lo formal, porque desde lo mental recién estamos empezando a caminar el sendero correcto. En el siglo XX, aunque fué la última en llegar a su liberación, Cuba dió los dos golpes de conciencia necesarios para entender cuál es nuestro destino. En los albores del mismo 1900 Estados Unidos lo liberó de España terminando el último reducto del colonialismo europeo, aunque recién en las primeras horas de 1959 cuando los “barbudos” ingresaron triunfales en La Habana marcó el comienzo de la segunda independencia, que es la separación de la superpotencia.

Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto “Che” Guevara y Raúl Castro, encabezaron una fresca revolución gestada años antes en plena Sierra Maestra. Caía un dictador (Fulgencio Bastista) al estilo y estirpe de Washington. Ni siquiera la Casa Blanca imaginó que esa revolución popular, con ideología aparentemente difusa, aunque populista en sus principios, transformaría a la pequeña isla que ellos habían convertido en el “prostíbulo del Caribe”. A pesar de los cincuenta años de bloqueo económico, de los permanentes sabotajes (con voladura de aviones civiles, bombas en hoteles, en barcos) y de un intento de invasión (Playa Girón) la superpotencia no pudo impedir que sea el primer país latinoamericano declarado libre de analfabetismo por las Naciones Unidas, que tenga la mayor proporción de médicos por habitantes en el mundo, una escolarización universal garantizada y desocupación cero en medio de una economía planificada que soporta a pesar de todas las dificultades.

Cuando decimos que recién en estos últimos cuatro o cinco años nuestros países (no todos, pero sí la mayoría) han empezado a transitar el camino de la independencia mental, debemos tener en cuenta el ejemplo cubano para enfrentar con fuerza lo que es el bloqueo. Gobiernos dóciles a Estados Unidos, que no dudaron en responder a los intereses del capitalismo norteamericano, dejaron a Cuba fuera de organizaciones internacionales, de tratados comerciales y de acuerdos bilaterales. Las empresas que negociaran o las personas que viajaran a Cuba, quedarían inhibidas de hacerlo en el país sajón. No es poco peso echarse en contra a Goliat. Si a ello le agregamos que el colonialismo mental pasó de mirar las metrópolis europeas a las estadounidenses, llevó a que los dirigentes de la Revolución debieron construir en la mayor de las adversidades: la soledad.

En aquellos años el mundo era bipolar. La Unión Soviética fue el bastión al cual se adhirió La Habana para sobrevivir. La crisis de los misiles, donde en plena guerra fría la isla albergaría cohetes de la potencia socialista llevó al mundo a una tensión inimaginada. Si bien se retiró el armamento de un Caribe cercano al sur norteamericano el acuerdo incluía no tocar a Cuba. Estados Unidos no volvería a intentar el fallido intento de invasión en el cual fue humillado por el flamante Ejército Revolucionario (que hasta tres años antes apenas era una milicia heróica), aunque sí se dedicó a molestar y sabotear permanentemente. Fue la primera derrota del imperio. Luego llegaría Vietnam.

La revolución tuvo al frente a un iluminado. Fidel Castro no solo resultó ser un carismático político sino que además resultó un brillante estratega militar. Logró triunfar comenzando con una veintena de militantes que se refugiaron en la selva de Sierra Maestra tras un desembarco desastrozo en el barco Granma. Una frase que decía en su exilio mexicano lo pinta de cuerpo entero y era “Si salgo llego, sin llego entro, si entro gano”. Su optimismo se pone de manifiesto en una anécdota que su hermano Raúl Castro (actual Jefe de Estado) contó en la Cumbre de Río. “Cuando después del desembarco logramos reunirnos en la selva, me pregunta cuantos hombres teníamos.´Con los tuyos ocho´, le dije. -¿Y cuántas armas? -Cinco. -Entonces ganamos, chico”.

Los revolucionarios debieron ordenar una economía que hasta allí se basaba en la explotación de la mano de obra barata y semi esclava, de la prostitución y el analfabetismo. Los estadounidenses lo usaban como su lugar pecaminoso del Caribe. Era ideal para escapadas de fin de semana de atildados ejecutivos o la clase alta de Miami.

En medio del bloqueo impuesto por Washington, tuvieron que ordenar la economía, creando trabajo para todos y el acceso universal (que hoy es un orgullo) a la salud y a la educación. La reposición impedida de repuestos obligó a los cubanos a desarrollar al máximo su ingenio para lograr que autos americanos de las décadas del 40 o 50 sigan andando aún hoy en día. La cilópea tarea incluía trabajos solidarios, en los cuales el mítico argentino Ernesto “el Che” Guevara se destacó en pro del concepto de “hombre nuevo” (virtuoso, solidario).

En un mundo en ebullición, desde Cuba se ayudó a muchas guerrillas y se apoyó militarmente a muchas revoluciones (fundamentalmente del Africa). Las dos superpotencias se enfrentaban en los suburbios, en lo que durante la “Guerra Fría” se llamaban conflictos de baja intensidad. Dicho de otra forma, se peleaban sin poner ellas el cuerpo. Y aquí surge el genio nuevamente de Fidel Castro, quien tras la derrota y muerte del Che en Bolivia anuncia que llegó el momento de las ideas y no el de las armas. El sistema científico educativo de Cuba alcanzó un desarrollo que ningún país latinoamericano tiene, aún en medio de dificultades primarias en infraestructura (vivienda, transportes y comunicaciones) que aún perduran.

Cuando cayó la Unión Soviética y el mundo amagó convertirse en unipolar, los “cubanos de Miami” (exiliados pro norteamericanos) apostaban cuantos meses tardaría en caer la Cuba Socialista. Sin posibilidad de seguir vendiendo su producto dominante (azúcar) al desaparecido mundo socialista, del que también recibía combustibles y tecnología subsidiada los peores momentos recién empezaban. Había que ahorrar en todo menos en ingenio. Usando la cadena de televisión estatal el propio Fidel explicaba cómo había que reemplazar una resistencia de los viejos ventiladores rusos (que provocaban gran consumo) o cómo ponerle tapa a las ollas mientras se calienta el agua para la comida. El racionamiento alimenticio y la restricción de viajes diplomáticos al exterior apretaron la subsistencia de la Revolución. Y aquí surgieron dos nuevas fuentes de recursos: el turismo de placer y la asistencia de salud a extranjeros (con un precio accesible para tratamientos privativos en sus propios países). Soportó el asedio y pudo conservar su dignidad.

El recambio generacional también ha logrado renovar la sangre de la Revolución. Hoy, una nueva generación ha restablecido relaciones con la conservadora cúpula de la Iglesia Católica de Roma, e insertado a Cuba en el concierto de naciones latinoamericanas. La Cumbre de Río, donde se ha formado una OEA sin la presencia molesta de Estados Unidos y Canadá.

Un sacerdote al que no puedo nombrar ya que no le he pedido autorización hizo un viaje a Cuba en el marco de un encargo de la Iglesia Católica. Viajó con todos los prejuicios típicos, pero al volver, arrancó su testimonio diciendo: “Lo que mas veías es casas viejas. Se les nota que les falta mantenimiento y pintura. Los coches, pocos, también viejos. Pero a los pocos días empecé a darme cuenta que no habia chicos revolviendo basura, ancianos mendigando o jóvenes tirados en una vereda. El nivel cultural me dejó frío. Todos sabían de Argentina y Latinoamericana con una precisión que no logramos en ninguno de nuestros colegios privados. De golpe, alguien con batón, que te ofrece agua fría en su casa, es … ingeniera bioquimica con un doctorado en genética! Y lo último. Ví a Cristo en estampitas en un montón de lugares, cruces colgadas al cuello y nadie que reprima eso y lo más importante. A pesar de que se quejan del abastecimiento de agua, de comida, de transporte u otra cosa, todos sonríen todo el tiempo.”

Seguramente no es el sistema ideal, que de hecho entendemos que solo está en el Reino de Dios, pero en la formación jesuita de muchos de los padres de la Revolución (incluido Fidel Castro y su hermano Raúl) está la semilla de la solidaridad.

 

ENERO 2009-01-01

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