La globalización de la disidencia, de la “Primavera árabe” a la ocupación en Wall Street

Por Amy Goodman

Soplan vientos de cambio en todo el mundo. Qué provocará ese cambio y cuando sucederá es algo imposible de predecir.

El pasado 18 de enero, en Egipto, una valiente joven dio un paso peligroso. Asmaa Mahfouz, de 25 años de edad, integraba el Movimiento 6 de abril junto a otros miles de jóvenes que participaban en debates en Internet acerca del futuro de su país. El movimiento se creó en 2008 para expresar la solidaridad de los jóvenes con los trabajadores de la ciudad industrial egipcia de Mahalla. Más adelante, en diciembre de 2010, el joven tunecino Mohamed Bouazizi se inmoló para protestar contra el sentimiento de desesperanza de su generación. Su muerte provocó el levantamiento en Túnez que derrocó al dictador que estuvo en el poder durante años, Zine el-Abidine Ben Ali.

Protestas similares se extendieron a Egipto, donde al menos cuatro hombres intentaron inmolarse. Uno de ellos, Ahmed Hashem el-Sayed, de Alejandría, falleció. Asmaa Mahfouz, indignada ante lo sucedido, publicó un video en Internet en el que miraba directamente a la cámara. Tenía la cabeza cubierta, pero mostraba su rostro. Se identificó con nombre y apellido y convocó a la gente a que se sumara a una congregación en la Plaza Tahrir el 25 de enero. En el video declaró: “Filmo este video para darles un simple mensaje: Vamos a marchar hacia la Plaza Tahrir el 25 de enero. Si aún nos queda honor y queremos vivir con dignidad en esta tierra, tenemos que marchar el 25 de enero. Iremos allí a exigir nuestros derechos humanos fundamentales. Ni siquiera hablamos de derechos políticos. Simplemente queremos que se respeten nuestros derechos humanos y nada más. Todo este gobierno es corrupto. El presidente es corrupto, las fuerzas de seguridad son corruptas. Estas personas que se inmolaron no tenían miedo de morir sino que temían a las fuerzas de seguridad. ¿No es increíble?”

Nueve meses más tarde, Asmaa Mahfouz se encontraba dando un discurso en el campamento de ‘Ocupemos Wall Street’ en Nueva York. El lunes por la noche, parada en las escalinatas frente a la multitud, no ocultaba su gran sonrisa mientras miraba el mar de rostros. Cuando terminó de hablar le pregunté de dónde sacaba la fuerza. Me respondió en inglés, con su humildad característica: “Cuando vi que un millón de personas se acercó a la Plaza Tahrir no podía creerlo. Y ahora creo que no tengo miedo, no soy más valiente que otros. Vi a mis compañeros egipcios enfrentarse a la policía cuando trataron de echarnos; ellos murieron por todos nosotros. Así que ellos son los verdaderos valientes y fuertes. Vi gente morir delante de mí porque querían protegerme y proteger a los demás. Ellos fueron los más valientes”.

Le pregunté cómo se sentía de estar en Estados Unidos, un país que había apoyado durante tanto tiempo al régimen de Mubarak en Egipto. Respondió: “Si bien le dieron dinero, poder y apoyo al régimen de Mubarak, nuestro pueblo, el pueblo egipcio, pudo vencer todo eso, pudo contra el poder estadounidense. El poder lo tiene el pueblo y no las balas ni las bombas ni el dinero estadounidense, nada de eso. El poder es de la gente. Por eso estoy aquí, para solidarizarme y apoyar a los manifestantes del movimiento Ocupemos Wall Street, para decirles ‘el poder es de la gente’, y ‘sigan así que finalmente vencerán’”.

La revolución egipcia ha tenido consecuencias para Asmaa. En el pasado mes de agosto fue arrestada por las Fuerzas Armadas egipcias. Mientras mi colega Sharif Abdel Kouddous informaba desde El Cairo, Asmaa publicó dos polémicos mensajes en tweeter que provocaron su arresto por parte del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el gobierno militar que ha estado al frente de Egipto desde el derrocamiento de Mubarak.

Su arresto provocó reacciones a nivel mundial. Grupos tan disímiles como la Hermandad Musulmana y Amnistía Internacional lo condenaron. Fue puesta en libertad pero, como Sharif advirtió en el momento, Asmaa fue tan solo una de los 12.000 civiles arrestados desde que comenzó la revolución egipcia.

El mismo tipo de arrestos están sucediendo ahora en Estados Unidos, en muchas de las protestas que tienen lugar en todo el país. Mientras Asmaa se preparaba para regresar a Egipto, cientos de policías antidisturbios arremetían contra el campamento de Occupy Oakland, donde dispararon balas de goma y lanzaron gases lacrimógenos. La Universidad de Nuevo México está amenazando con desalojar el campamento que se montó en su predio y que fue denominado “(Un)occupy Albuquerque” (Desocupar Albuquerque) para enfatizar que se trata de territorio indígena ocupado.

Asmaa Mahfouz es actualmente candidata al Parlamento egipcio y quizá algún día, afirma, lance su candidatura a la presidencia. Cuando le pregunté que le diría al Presidente Barack Obama, quien pronunció su discurso dirigido al mundo musulmán desde El Cairo, respondió: “Usted le prometió a la gente que sería el cambio y que ‘sí, podemos’. Entonces estamos aquí, y desde la ocupación en Wall Street le decimos lo mismo: ‘sí, podemos’. Podemos lograr la libertad; podemos obtener nuestra libertad incluso de usted”.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2011 Amy Goodman

Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 350 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.