EDITORIAL – Trabajadores | Los sectores sindicales de derecha bloquean la unión de los trabajadores.

Redaccion febrero 22, 2020 0 Comment

Por Daniel do Campo Spada
(TV Mundus)

Los sindicatos de las distintas centrales (la CGT y los dos CTA) mostraron durante el ciclo 2015-2019 una convergencia que no se veía desde los tiempos iniciales de la democracia en 1983 cuando enfrentaban la salida de la dictadura empresario-clerical-militar. La resistencia y la necesidad de sacar del poder a la oligarquía representada en el régimen de Mauricio Macri los fue juntando en las calles. Eso se llamó “convergencia en la lucha” y en cada marcha en la que se apoyaban mutuamente distintos sectores peronistas y progresistas del campo nacional y popular surgía la consigna “unidad en la acción”. Los únicos que faltaban a la cita era la neomacrista cúpula de la CGT. En los primeros meses de la gestión de Alberto Fernández, algunos sectores ligados al macrismo (como el co-Secretario General Carlos Acuña) buscan que eso se dilate hasta su imposibilidad.
La Confederación General del Trabajo (CGT) ha sido el referente del movimiento trabajador (ya no cabe decir “obrero” porque dejaron de ser mayoría los fabriles en favor de los empleados de “servicios”) desde la etapa denominada por Ibañez del Campo como “sindicalismo”. Este movimiento pre-peronista empezó a actuar corporativamente y un poco desideologizado logrando un margen de presión y maniobra superior a la de las Federaciones Obreras de la República Argentina (FORA) que tanto se disputaron los anarquistas, socialistas y comunistas.
Con la llegada de Juan Domingo Perón al poder la CGT se convirtió en la columna vertebral del movimiento que irrumpió en la política nacional. Para otro capítulo quedará hablar del peronismo, pero desde las medidas implementadas entre 1945 y 1955 (cuando la oligarquía retomó el poder a sangre y metralla) ese sentido de pertenencia quedó grabado a fuego. Durante los 18 años de proscripción del peronismo esa central obrera osciló no siempre dignamente en negociaciones, presiones o alianzas con los distintos gobiernos ilegales y “legales” (ya que llegaron al poder gracias a la prohibición del Partido Justicialista).
En los 90, con el régimen neoliberal de Carlos Menem todo empezó a cambiar de nuevo. Una cúpula gustosa de caras camperas usó sus sindicatos para el enriquecimiento personal. Disfrutaron de los negocios que les permitían y sostenían las Obras Sociales (uno de los mayores logros de la clase trabajadora), las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP, una de las mayores estafas de la historia argentina), las Aseguradoras del Riesgo de Trabajo (ART) y otros “curritos” varios que incluían capacitaciones de centros estadounidenses y europeos. Muchos de esos que disfrutaban del partido de fútbol con asado incluido en la Quinta de Olivos hoy están en la cúpula de la CGT. Y en 2020 no quieren la unión porque saben que las bases los aborrecen y que en poco tiempo podrían perder esas “cajas”.
Carlos Acuña, actual co-Secretario General de la CGT y del gremio de estacioneros y su jefe político José Luis Barrionuevo (gastronómico macrista) buscan impedir que los buenos gestos de acercamiento entre las tres centrales terminen en la nada. No por nada empezó a mostrar cierta disconformidad con Alberto Fernández en base a las “lentitud” de las paritarias. Muy lejos de la pasividad entreguista y cómplice que durante todo el régimen tuvo con Mauricio Macri.
En realidad, la misión de Acuña, diseñada por el ultraderechista Barrionuevo, es trabar cualquier unión con la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT, compuesta por bancarios, gráficos y docentes privados que conduce Sergio Palazzo), las dos CTA (Central de Trabajadores Argentinos y Autónoma representadas generalmente por Hugo Yasky y Pablo Micheli con disidencia de Pablo Peidro) y el Movimiento 22 de Febrero (con Hugo Moyano a la cabeza).
Hugo Yasky (CTA) se reunió con Alberto Fernández para pedirle que interceda en el tema ante la inacción que para unirse parece tener la CGT. La CTA hizo un congreso el año pasado en la que dio libertad de movimiento a la conducción para comenzar el retorno a la central madre de la que se fueron en los 90 ante el entreguismo de Rodolfo Daer (alimentación) que sostuvo a Carlos Menem. En la actualidad su hermano Héctor Daer (Sanidad) ocupa ese mismo lugar pero con su “tibieza” (para decirlo de alguna manera) fue cómplice de Mauricio Macri. Ahora sigue al frente de la central más grande compartiendo conducción con Acuña y cajonea la confluencia de todos los trabajadores. De buen diálogo con el Presidente Fernández (con quien compartió el armado del massista Frente Renovador) y jugándola de moderado dilata una situación que quien suscribe esta nota veía a todos luces inviable.
Los macristas que aún perduran en la CGT, como José Rodríguez (UPCN, Unión Personal Civil de la Nación) y Oscar Martínez (UOCRA, Unión Obrera de la Construcción) tampoco quieren la unión con las CTA (a las que consideran “zurdas”) y mucho menos con el camionero Hugo Moyano que es a todas luces el sindicalista más popular del país y que a tiempo supo arrepentirse (según sus propias palabras) de haber ayudado a Macri a tomar el poder.
Hay una alta probabilidad de que Fernández también necesite a las centrales separadas ya que el encanto de la campaña electoral (en la que todas lo apoyaron en forma unánime) empieza a diluirse con los reclamos particulares y sectoriales, atendiendo que el desastre que dejó el macrismo no permite dar a cada uno lo que se merece. En los meses siguientes, cuando las paritarias necesiten una definición las cosas se pondrán blanco sobre negro.

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