REGION – Brasil | El golpe en Brasil en cinco datos

Aun cuando al juicio político a Dilma Rousseff le resta todavía ser estudiado por una Comisión Especial del Senado para que proceda y sea apartada por 180 días de su cargo hasta que se defina su destitución o no, lo cierto es que la votación a favor del impeachment en el Congreso es prácticamente una sentencia de muerte política que permitiría la asunción de su vicepresidente, Michel Temer, por el tiempo que resta de mandato.

Pocos antecedentes existen sobre presidentes apartados de su cargo que luego vuelven a ser restituidos. Uno de ellos, el de Hugo Chávez Frías y el victorioso 13 de abril, apunta al único recurso de poder al que el Partido de los Trabajadores (PT) apuesta en esta hora decisiva de la historia brasileña y regional: la calle.
Difícilmente se pueda prever cómo el golpe terminará por decantar una crisis no sólo del PT sino del Estado brasileño como un todo. Lo que sí es posible concluir mínimamente sobre lo sucedido, obligado por el momento y su urgencia, es que el ciclo político regional ha entrado en una etapa de no retorno.

1. La división de poderes no existe ni el golpe fue por corrupción

Dilma Rousseff tras el Golpe de Estado.

Dilma Rousseff tras el Golpe de Estado.

Si algo ha demostrado el recorrido de extorsiones políticas, financieras y mediáticas que culminó en el impeachment contra Dilma Rousseff, es que la división de poderes, como eje fundacional de las democracias modernas como ejemplo a seguir, no existe. El juego en llave que el poder judicial brasileño a través del juez Sergio Moro, los grandes conglomerados mediáticos nacionales, la burguesía brasileña, los bancos globales de Wall Street y sus empleados bajo la figura de congresistas, han aplicado para enfilar todas las baterías del Estado (poder judicial y legislativo) y de los actores no estatales (medios y finanzas) para cambiar el gobierno legítimo de Brasil, desenmascara el supuesto carácter autónomo e imparcial de estas estructuras. El enemigo no perdió demasiado tiempo en utilizarlas a su favor, pues gozaba de pleno dominio ya que hasta el juez Sergio Moro recibió su formación como agente judicial directamente en las oficinas del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Es mentira que el poder judicial brasileño responde a los “intereses de la sociedad y de la ciudadanía”. A los intereses del Departamento de Estado, sí. Lo mismo podemos decir de la apelación a la “anticorrupción” para justificar el golpe, ya que Eduardo Cunha (presidente del Congreso y organizador en caliente del impeachment) está imputado por tener 11 cuentas ilegales para lavar capitales y sobornos en Suiza. Incluso, Michel Temer, vicepresidente y presidente de facto por la autopista del golpe parlamentario, tiene cuatro peticiones para su enjuiciamiento político por testimonios y comunicaciones filtradas donde sale involucrado en corretajes de sobornos, junto a sus compañeros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
A diferencia de Dilma Rousseff, Cunha y Temer, como el 59% del congreso, sí están involucrados directamente en tramas de delito y corrupción e incluso el segundo tiene solo el 1% de aprobación popular. Todo la propaganda orquestada en este sentido (la “anticorrupción), que construyó las condiciones políticas y el relato mediático del impeachment, terminó dando como resultado inmediato la coronación de dos estafadores confesos en lo más alto del poder político brasileño.
Rasgos que describen la decencia y el civismo de esta nueva etapa política brasileña, propalada por los medios como el rescate de la democracia, y sintetizada en el proyecto de humano que le dedicó su voto a favor del impeachment al militar que torturó a Dilma Rousseff.
Impeachment es un golpe a la nueva estructura geopolítica emergente

2. Goldman Sanchs, JP Morgan, Chevron, Monsanto y otros dirigieron el golpe

El golpe en Brasil no empezó en el poder judicial sino en los bufetes de JP Morgan y Goldman Sachs, quienes utilizaron su aparato de poder financiero (calificadoras de riesgo, medios, agencias financieras y tribunales estadounidenses) para someter al desplome a Petrobras: el sostén de gran parte de la economía brasileña. Tal gancho al hígado delineó las expectativas y los escenarios generales (alza de los precios, devaluación, fuga de capitales, caída de las inversiones nacionales, etc.) que serviría de ruta para que el gremio empresarial y los grupos de presión transnacionales exigieran el impeachment como la única salida para salir de “la crisis” promovida por el aparato de poder global del 1%.
La corporación petrolera Chevron y el conglomerado de Koch Industries, las más interesadas en la privatización total de la cumbre Pre-sal (algo así como la faja petrolífera de Brasil), son propietarios de 53 diputados pertenecientes al partido de Aécio Neves: su lobby más poderoso dentro de la política en Brasil. Todos votaron a favor del impeachment. Si seguimos sumando los diputados que manejan las compañías mineras nacionales y extranjeras y los conglomerados corporativos del agronegocio (Nestlé, Monsanto, Parmalat, etc.) entonces otros 120 diputados y 13 senadores entran a la lista de empleados corporativos que también votaron a favor del impeachment.
Pero la incursión directa de los poderes políticos y financieros del 1% más rico del planeta no termina con simplemente bajar la orden a sus empleados y lobbystas para que voten a favor de sus intereses estratégicos en Brasil. Ya en el parley del posgolpe, un ejecutivo de Goldman Sachs llamado Paulo Leme, despunta como posible ministro de economía del país. Los órganos regulares del Estado brasileño (congreso y poder judicial) sólo sirvieron para encubrir y otorgarle legitimidad política a nivel internacional a un largo proceso de agresiones mediáticas, políticas y financieras de alta intensidad que culminó con el inició del impeachment contra Dilma Rousseff.

3. El impeachment es un golpe de fuerza regional y global contra Unasur y Brics

Que el presidente del Cómite de Relaciones Exteriores del Senado, Aloysio Nunes del opositor Partido Socialdemocráta Brasileño de Aécio Neves, tenga pautado para este lunes una reunión con el número dos del Departamento de Estado, Thomas Shannon, y una gira por Washington para recibir la bendición de sus jefes desnuda que el filtrado plan de 180 días de gobierno de Michel Temer está apuntado a una apertura comercial y un giro completo hacia las esferas de influencia de Estados Unidos.
Es así cómo el impeachment plantea en el fondo quitarle la B a los Brics, abandonar simultáneamente a Unasur, Celac y Mercosur como parte de los consensos políticos de la región, a la suerte de los únicos que no avalan una salida a la crisis estructural del capitalismo a través del ingreso a una de las plataformas de libre comercio de Washington, hoy en plena construcción a nivel global. Y estos son Venezuela, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia, países asediados y ahora cercados por el Comando Sur y sus diversos nombres artísticos.
Sin duda alguna el impeachment es un golpe en toda la línea de flotación de la nueva estructura geopolítica emergente, puesto que son evidentes que sus rasgos estratégicos proyectan un giro total de la región en la perspectiva de un movimiento global por fortalecer el posicionamiento de las corporaciones que hicieron el golpe.
Pretenden que Venezuela sea la próxima víctima de esta operación remate en el continente

4. El impeachment es parte de un proceso de reingeniería social en la región

Junto al golpe, al igual que en la región, hay una promoción de una idea-fuerza, de un plan de megadesarrollo a 50 años, identificado con el giro geopolítico pero representada más crudamente por los movimientos ciudadanos, financiados por Soros y Koch, por la clase media globalizada en su consumo, y también lo que entiende la Federación Industrial de San Pablo como una salvación cuando hace unos pocos años negaba el libre comercio para insertarse en el mundo.
Plan global que en el fondo concibe desprenderse del viejo Estado burgués como mediador entre capital y trabajo, ciudadano y dueño, y la insersión a un orden sintetizado en el Estado global del libre comercio. Esta es una idea que gobierna el mundo occidental y aunque en apareciencia es decadente por la crisis moral y de valores del capitalismo, en términos culturales tiene un gran arraigo en tiempos de crisis y se expande como horizonte para la especie, en un planificado proceso de reingeniería social para atraer hacia sí mismo también a los pobres que estos gobiernos han puestos dentro del mercado.
Bajo la irradiación de esta idea y otros subcomponentes de la misma, en el plano netamente político, el impeachment también tiene un componente a ser estudiado por lo módelico: la utilización de una tercera fuerza, el PMDB, para estabilizar y generar un nuevo orden a partir de una crisis política artificial. Y decimos modélico porque tanto el PMDB de Michel Temer, como su eventual sucesora, Marina Silva, no son Aécio Neves en su ubicación polarizante, pero sí en su función. El PMBD intentará ser utilizado como un parachoques para el “costo político, como ahora sucede con Macri, y su posicionamiento como tercera fuerza, junto a Silva y la oposición del PSBD, buscara prensar y convertir en una secta al PT, vaciándolo de contenido, moral y liderazgo, por vía legal, mediática o de fuerza, con el propósito de condenarlo al ostracismo en el sistema político brasileño.

5. La ofensiva prospera también por crisis de poder pero también de ideas

En el debate convencional hacia dentro de los movimientos y partidos políticos llamados “progresistas”, se ha hablado de cómo “modernizar y reencauzar el modelo de desarrollo” para volver a crecer y ese planteo dominante es también lo que tiene al PT yendo a contracorriente, bajo la apelación a una reacción moral de la sociedad brasileña toda para revertir el golpe, sin haber previsto y presentado una línea política estratégica y táctica para haber frenado el movimiento golpista mucho tiempo antes.
Y eso parte de la idea de que existe un margen de negociación en el mundo de hoy, de que los pactos de poder aún continúan en pie, y que se puede ir a fondo como potencia sin que existan poderes globales que tengan un plan para atentar contra ello. Eso llevó, por ende, a una inercia política, únicamente disuelta con la persecución judicial a Lula, y la aceptación de facto de todo el mismo andamiaje jurídico e institucional del Estado brasileño que los opositores acaban de usar a su favor.
Esto no sólo parte, como se cree, de una crisis de poder de los movimientos “progresistas” sino que es una de ideas, sacudida únicamente por el único hombre que tenía una estrategia global y regional para el continente, Hugo Chávez Frías. Justamente por esto Venezuela no ha caído y pretende ser la próxima víctima de esta operación remate en el continente. Por suerte en Venezuela, hace varios años ya, entendimos con qué se come eso de la “división de poderes” y los planes que siempre trae detrás. Aquí no la tendrán tan fácil, ellos lo saben.

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