MUNDO – Comercio | Tratado Trans-Pacífico o el plan de otanización del comercio mundial.

Después del ALCA el TPP es la mayor trampa mundial en la historia. Estados Unidos busca recuperar el poder que pierde día a día.

Después del ALCA el TPP es la mayor trampa mundial en la historia. Estados Unidos busca recuperar el poder que pierde día a día.

Por Misión Verdad (Venezuela)
www.misionverdad.com

Desde el arribo de la unipolaridad a principios de los 90, Estados Unidos se propuso la meta de convertirse en el “centro neurálgico mundial en la gestión del comercio Este-Oeste”, la “isla del mundo” que conectaría el Atlántico con el Pacífico.
Al cambiar la ecuación del poder mundial en los últimos años, donde China es ahora un importante actor político y económico que impone condiciones a su favor, ya a Estados Unidos no le basta con apalancar la internacionalización de sus transnacionales y bancos de inversión poniendo el acento decisor en Washington, sino más bien todo lo contrario: le toca dado el contexto desplegarse alrededor del mundo con el propósito de erigirse como los principales actores de peso en las zonas comerciales más importantes del planeta.

Tres tratados

Si bien los años 80 fueron el preludio para firmar los acuerdos de libre comercio a nivel global cuando el capital occidental estaba en posición de fuerza para imponerse en el mercado, los 90 y el 2000 encontraron a Estados Unidos intentando forzar un mega tratado comercial en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y firmando acuerdos parciales en su área de influencia inmediata, como el del Nafta con México, Canadá e innumerables acuerdos bilaterales con países como Colombia, Perú y Chile.
Al no darse un acuerdo global, disminuir considerablemente la posición de dominio de su capital, y no haber consenso en la OMC, Estados Unidos se lanzó desesperadamente a firmar acuerdos de libre comercio en sus áreas de influencia a través del siguiente proceso:
La firma de tres mega tratados de libre comercio que van de América Latina hasta Europa, una parte de Asia y Oceanía, en los que son incluidos más de 50 países. Se trata del Tratado del Pacífico, el del Atlántico y el Acuerdo de Comercio y Servicios, conocido como TISA.
El del Pacifíco, recientemente acordado, abarca 12 países, supuestamente el 40% del comercio global, y comprende parte del Sudeste Asiático y América. El del Atlántico es el negociado entre los 28 países de la Unión Europea y Estados Unidos, el TISA está siendo discutido por 50 países y plantea complementarse con los otros dos.
El del Pacifíco y el Atlántico son negociados en total secreto y lo que se conoce por las filtraciones, apunta a borrar cualquier tipo de barrera comercial, permitir el libre comercio total entre los productos realizados en el área comprendido por los tratados, favorecer a las transnacionales de estos países para abrogarse el derecho de demandar en tribunales (ad hoc) a Estados soberanos cuando “consideren” que sus intereses han sido violados, además de privatizar los derechos de autor en internet y hasta de semillas como las de maíz, por considerar que son propiedad de empresas como Monsanto por haber creado una réplica transgénica para la agroindustria.
El TISA elimina también cualquier regulación al capital de los países firmantes para administrar servicios que van desde el agua, el gas, las telecomunicaciones, el comercio y los bancos. Esto iguala, por ejemplo, a empresas públicas con trasnacionales con presencia en más de 50 países para que compitan por quedarse con el mercado de servicios de los países firmantes. Negociado también en total secreto y con el anuncio de que se conocerá su contenido cinco años después de firmado, el TISA abre las puertas a la privatización de los servicios básicos de la población y la negación de estos como derechos universales, como sucedió en Bolivia antes de que irrumpiera la rebelión del “gas” y el “agua” por haberlos privatizado y elevado su precio para hacerlos “rentables”.

La economía norteamericana no resiste. INFOGRAFÍA: MISIÓN VERDAD.

La economía norteamericana no resiste. INFOGRAFÍA: MISIÓN VERDAD.


El TPP es una reacción desesperada ante la debilidad imperial manifiesta de EEUU
Crisis estructural del American Way of Life

Estados Unidos viene acumulando un conjunto de burbujas financieras en áreas estratégicas de su economía y altísimos (e insostenibles) niveles de endeudamiento externo, tanto público como privado, durante las últimas dos décadas.
Específicamente en el año 2008 lo que se dio a conocer mediáticamente como “crash inmobiliario”, escondía en realidad un panorama mucho más sombrío que incluso hasta el día de hoy sigue imprimiendo sus huellas en la realidad económica mundial: Estados Unidos había alcanzado su tope de acumulación financiera basada en la especulación bursátil y en expectativas alcistas (y por ende, riesgosas) en relación a sus menguadas exportaciones.
Y es precisamente después del año 2008 cuando los hoy conocidos como el bloque de los Brics comienzan a exigir, todavía muy tímidamente, ocupar las zonas económicas continentales que los gringos estaban abandonando producto de su bancarrota, que cual infección globalizada terminó contagiando a todo el sistema económico mundial, sobre todo en el precio internacional de las materias primas.
Ahora bien, más allá de que Wall Street mostró señales de mediana recuperación durante el año siguiente, y si bien algunas corporaciones y grandes consorcios financieros mostraron balances positivos luego del caos bursátil, el hilo de quiebra y anemia económica generalizada se ha mantenido inalterado desde aquella fecha. En una nota publicada en Misión Verdad titulada “El capitalismo quebró”, se exponen las gravísimas pérdidas de las corporaciones transnacionales más importantes de Estados Unidos durante el año 2014: en promedio, empresas como Exxon Mobil o Procter & Gamble, por tan sólo colocar dos ejemplos representativos, registraron caídas en sus ganancias superiores al 15%.
Esta tendencia se ha venido profundizado en lo que va de 2015, combinando el “lunes negro” del pasado 24 de agosto donde la Bolsa de Wall Street perdió mil puntos pisando pérdidas históricas de 4,95%, con una abrupta caída trimestral en las ganancias de la Exxon Mobil superiores al 40%, debilitando de esta forma el conjunto global de la economía norteamericana, puesto que la especulación financiera se sostiene en una buena parte, importante, mediante los rendimientos del renglón energético.
Sin embargo, estos datos sólo representan la fiebre; la infección es mucho más profunda. Estados Unidos tiene un 22% de desempleo, un desastre fiscal que amenaza con paralizar hasta las más mínimas actividades gubernamentales ya que supera el PIB anual (103%), una deuda externa pública y privada insostenible (233% del PIB), un apalancamiento monetario que encarece las exportaciones y favorece una monstruosa fuga de capitales, una clara imposibilidad de establecer parámetros mínimos de inversión interna que favorezcan la creación de empleos y una “fortaleza” financiera internacional enarbolada con naipes.
Según el informe sobre el comercio mundial que exhibió hace pocos días el portal británico The Economist, Estados Unidos padece un déficit creciente que se agudiza con el tiempo. Si una “potencia” importa más de lo que exporta, entonces es una potencia de cartonpiedra. Ser potencia y una fuerza económica global consiste en que el planeta entero ovacione esclavizadamente adquirir tus productos, no a la inversa. Por su parte, al otro lado del Pacífico, China ostenta un superávit comercial que desestimula y hace menos competitivas las exportaciones desde Estados Unidos, restándole capacidad de manejar a placer el mercado mundial.
Por tales motivos el TPP es una reacción desesperada ante esta debilidad manifiesta.

El primer objetivo del TPP: China

Aunque si bien es cierto que el TPP debe pasar primero por el Congreso de los Estados Unidos para ratificar su aprobación, también es cierto que hasta ahora los detalles y líneas gruesas del tratado son poco conocidas. Sin embargo, es lógico inferir que seguirá en parte los mismos pasos del largo camino labrado por los Tratados de Libre Comercio en décadas recientes: eliminación de aranceles e impuestos, marcos jurídicos cada vez más flexibles para la inversión de capitales extranjeros, reacomodo de 180° de la matriz exportadora y productiva de las economías con un poder económico menos influyentes en detrimento de sus poblaciones, etc.
Pero el plan económico y político que se está tejiendo a partir del TPP, poco tiene que ver con la destrucción automática de barreras comerciales o aduaneras que impidan el desarrollo comercial de las transnacionales norteamericanas en los 12 países firmantes. Es una parte importante, pero no se subsume a ello únicamente.
La región del sudeste asiático es uno de los epicentros comerciales más dinámicos del mundo, convergen las economías emergentes importantes del momento (Indonesia, China y Vietnam, principalmente), todas ellas enmarcadas en la principal plataforma de macroexportación tecnológica y textil del planeta. Tanta es la importancia que para Sebastián Herreros, de Cepal, “la creación de un bloque exclusivamente asiático, promovido y liderado por China, dejaría a EE.UU. en una situación desventajosa en la región más dinámica de la economía global, y debilitaría los fuertes vínculos de seguridad que ha mantenido con Asia Oriental desde el final de la Segunda Guerra Mundial”.
Los países del sudeste asiático que firmaron el TPP (Malasia, Singapur y Vietnam), forman parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), figuran como importantes receptores de los préstamos del Banco de Desarrollo de China y constituyen un nicho fundamental donde las transnacionales chinas ya tienen su clientela asegurada y un sinfín de facilidades económicas para reducir costos en las mercancías. Es el área comercial más importante donde ejercen poder los chinos.
Estados Unidos con el TPP busca armar la logística financiera y económica internacional necesaria para competir con China en sus propias áreas de influencia. Esto significa, básicamente, profundizar la deslocalización productiva de las transnacionales norteamericanas (sobre todo en el ramo textil, farmacéutico, alimentario y tecnológico) en el sudeste asiático para reducir al máximo el costo de sus productos y así quitarle consumidores a la industria china en la región, favoreciendo enormemente sus exportaciones, las ventas internacionales de materias primas e insumos tecnológicos con patente norteamericana y la expansión de líneas de crédito por parte de la gran banca especulativa dirigidas a favorecer compras interregionales de los países firmantes con su respectivo endeudamiento en dólares a futuro.
Esta readecuación de la división del trabajo occidental es conveniente en el sudeste asiático para intentar limitar el avance de China sobre su periferia inmediata y evitar que en Eurasia se dé lo que parece inexorable: el dominio de una potencia sobre la principal región del mundo. Es por eso que Barack Obama presenta este acuerdo como el “brazo económico” de su pivote hacia Asia porque no desea que “China dicte las reglas del mercado mundial”, y pretende ser el presidente estadounidense que “rescató” de la crisis a su país con una nueva plataforma maquila y mina.
Estos tratados versan sobre un esquema de otanización del comercio mundial

Segundo objetivo: América Latina y la concentración de capitales

En lo concerniente a los otros países firmantes, la estrategia del TPP cambia, pero sólo un poco, dado que la mayoría de ellos ya tienen Tratados de Libre Comercio funcionando en la actualidad. Allí la envergadura del tratado no buscaría simplemente aumentar las exportaciones y reducir el potencial industrial de Australia, Nueva Zelanda, Japón o México, sino, más bien, quebrar las empresas nacionales o cualquier empresa intermediadora que no favorezca la compra de los productos Made In Usa, manufacturados en Vietnam o Singapur con la materia prima extraída desde Indonesia, México, Perú o Chile.
Y es precisamente aquí donde la camisa de fuerza que significan las barreras arancelarias al desarrollo del capital transnacional, en recrudecimiento de sus propias tendencias monopolistas, juegan un papel clave: ningún país insertado en estas nuevas regiones-mercado con influencia gringa podrá proteger su capacidad exportadora, ni su política económica, ni los empleos que sus empresas nacionales generaban, como tampoco tendrá la capacidad de competir o de subsidiar sus productos ya que la política fiscal no puede agregarle impuestos a la importación.
Es así como las mercancías terminadas y las materias primas que exportan los países firmantes bailarán al son de la concentración de capitales, puesto que ninguna autoridad estatal o empresa nacional podrá decidir sobre el rumbo económico de su país. Serán simples espectadores de la importación sin barreras, de la deslocalización programada y la reducción del empleo porque ya no hay rentabilidad ni compras internacionales que los sustente y de las nuevas políticas salariales aprobadas por los comités ejecutivos de las empresas transnacionales.
Pero así como se busca contener el desarrollo comercial de China en sus mismas áreas de influencia directa, que Perú, Chile y México estén dentro del TPP también proyecta la misma estrategia hacia las dos principales economías de la región latinoamericana: Brasil y Argentina.
No casualmente los países que más le compran bienes de capital, insumos tecnológicos y productos terminados a Brasil y Argentina son precisamente Chile y Perú. Ahora con el TPP estos dos últimos podrán importar estos mismos productos sin barreras arancelarias desde Singapur, Vietnam o Malasia, lo cual afectaría de forma importante su balanza comercial y el ingreso en divisas de Argentina y Brasil.
Así los tres megatratrados comerciales, proyectados en el tiempo, intentan ser una operación quirúrgica para intervenir progresivamente y en forma escalonada en las áreas estratégicas del mercado, sus sitios considerados de abastecimiento o mina (proveedora de materia prima), y contra los países que no permiten una subordinación directa a sus transnacionales.
Este conjunto de tratados versan sobre un esquema de otanización a futuro del comercio mundial, donde el totalitarismo económico supranacional que se está fraguando tenderá a disciplinar todos los países firmantes (y los no firmantes que se encuentren en su periferia) de acuerdo a lo que la globalización necesite para ese momento, regulando a placer y a distancia la ingeniería poblacional de esas naciones sin asumir costos políticos desagradables: cómo y dónde trabajarán esas poblaciones, qué debe hacer y qué no debe hacer el Estado con respecto a la economía y los recurrentes colapsos financieros, qué político asumirá el poder de turno de acuerdo a los contratos que tenga con las empresas transnacionales norteamericanas, cuánta gente es verdaderamente necesaria para emsamblar teléfonos Apple, manufacturar pantalones Levis o atender los WalMart, en qué actividades se desarrollarán las personas que son desechadas por el mercado, aunque esta pregunta suele responderse sola ya que es una realidad manifiesta que abaratarán los costos laborales de las compañías mercenarias. Es el 1% tratando de mundializar aún más su poder.
Todo perfectamente vendido a sus “aliados” bajo la amenaza de que si no firman perderán sus mercados, sus “anhelados” deseos de progreso y todos los supuestos beneficios que consiguieron por ser sus “buenos alumnos” durante todo este tiempo.

FUENTE:
http://misionverdad.com/trama-global/tratado-trans-pacifico-o-el-plan-de-otanizacion-del-comercio-mundial-infografias