Benedicto XVI renuncia al Papado.
Por Daniel do Campo Spada.
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En un hecho inusual en la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana su Santidad Benedicto XVI presentó su renuncia a la conducción terrena de la Iglesia que comprende a casi 1.100 millones de fieles, siendo la segunda religión monoteísta en la actualidad. El motivo esgrimido en forma oficial es un pronunciado cansancio físico que le impediría estar al frente de un momento tan crítico de la institución vaticana. El resto de sus días los pasará recluido en un Monasterio de Clausura en El Vaticano. No hay muchas esperanzas en la elección de un Jefe de la Iglesia que le permita superar el negro presente. Los 85 años de edad no parecen ser la causa de la dimisión, algo que solo ocurrió en el siglo XV.
El comunicado oficial distribuido por la Oficina de Prensa de El Vaticano:
“Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice”.
Ratzinger, apellido civil del Papa saliente, no modificó mucho de la gestión conservadora y retrógrada de su antecesor Juan Pablo II, de quien había sido su principal secretario. El pontífice polaco, muy mediático y viajero, al tiempo que despertaba pasiones en muchos lugares del mundo se fue encargando de desarmar el avance que había logrado Paulo VI en el que la Iglesia Católica se había unido a la suerte de sus pueblos, alejándose de los palacios de los poderosos como había ocurrido en los quince siglos anteriores. Millones de jóvenes, sobre todo en América Latina, unían sus vidas con una Iglesia popular que seguía los postulados del Concilio Vaticano II. El proceso de crecimiento de fieles y de vocaciones se cortó con la llegada del hombre de Cracovia.
El Vaticano se alineó con los Estados Unidos y la Vieja Europa en una política institucional eclesial que copiaba los postulados de Washington. La sangría en la Iglesia fue enorme, con millones de fieles que se fueron de los templos y sus organizaciones, miles de cristianos comprometidos asesinados en los centros clandestinos de las dictaduras que la Casa Blanca desparramó por todo el mundo. Una inquisición de nuevo tinte fue disimulada por las grandes corporaciones mediáticas.
Benedicto XVI continuó con la política de Juan Pablo II aunque fue menos dañino ya que dejó hacer más que su antecesor. Convencido de que su edad al asumir lo convertían en un pontífice de transición no intervino entre las órdenes y organizaciones secretas que la Iglesia tiene en su seno. Sin embargo no pudo detener los escándalos por pedofilia, malversación de fondos del Opus Dei (una de sus órdenes preferidas) que ha copado estamentos esenciales del Estado y sus derivaciones a las Conferencias Episcopales con todo lo que ello implica en racismo y desprecio, los propios documentos filtrados de su entorno y lo peor de todo: es la religión monoteísta que menos ha crecido en los últimos diez años. Los católicos no logramos transmitir a nuestros herederos la continuidad en la Iglesia. Cristo es otra cosa, ya que nunca hubo tantos cristianos.
Todas las profecías se empiezan a movilizar. ¿El Papa negro? ¿El último? No ilusionarse, ya que el Consejo de Cardenales es el producto de la purga que hace cuarenta años comenzó con la llegada de Juan Pablo II tras la sospechosa muerte de Juan Pablo I (con solo 33 días en ejercicio y todas las dudas imaginadas). La Iglesia Católica Romana ha superado todos los pronósticos y ha perdurado como casi ninguna otra organización a lo largo de los siglos. Por momentos fue por delante de la historia y en otros ha atrasado. Lleva muchísimos años de atraso. ¿Se pondrá en la hora de Dios, señor de la historia?
do Campo Spada, 2013 (C)
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FEBRERO 2013-02-09
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