REGIÓN – Cuba | Crónicas desde La Habana: homenaje y despedida
Misión Verdad
Inevitablemente la postal de hoy en La Habana rememora esa semana de mierda en la que fuimos a despedir a Hugo Chávez en la Academia Militar de Fuerte Tiuna. Los dolores de un país se leen igual. A Fidel se le rinde homenaje hoy en las modestas instalaciones del Consejo de Estado cubano, edificio que mira de frente los míticos murales de Camilo y El Che, sitios que lo vieron pasar a él infinidades de veces durante los últimos 50 años.
La kilométrica fila comenzó a crecer desde temprano en la mañana del lunes 29 de noviembre, a tres días de su viaje. El sol chirrea a todo voltaje, normal para los habaneros. Ninguna nube diseña sombra sobre el piso histórico de la Plaza de la Revolución. Entre más es su intensidad, más es la reacción inversa que se propaga: la fila crece y crece, no hay lente Canon que pueda con eso.
A lo largo de la fila resalta un elemento que resume a detalle las fibras profundas del homenaje: nadie fue a despedir a Fidel solo, la hilera está constituida por grandes grupos de trabajo, grupos familiares, grupos de amigos. Julia, trabajadora de una institución pública del gobierno cubano, nos decía temprano que en los centros de trabajo la gente se ponía de acuerdo para ir y venir, para juntarse y hacerse el quite, acompañarse y devolverse en combo.
Las vías para llegarle al sitio de culto amanecieron cerradas. Los tres puntos de concentración diseñados por el gobierno fueron rápidamente rebasados. La larga hilera transcurría entre algunos paraguas, gente sentada en la acera, conversas y llegada de más gente desenfocada por el corto horizonte de cualquier cámara. Camilo y el Che detrás, junto a las verdes palmeras de la plaza, construían una poderosa imagen de la Cuba de 2016: un vacío jodido a falta del hombre, y al mismo tiempo, el compromiso de ofrendarle una sentida y colectiva despedida.
Miles de mujeres esperan en la fila para despedirlo. No es una casualidad: las mujeres aquí y allá son vientre y soporte moral de toda revolución. Fueron a despedir a quien fue su hijo, amigo, compañero y compadre, en la misma plaza que atestiguó los grandes atrevimientos del pueblo cubano. En su gran mayoría doñas pobres, costureras, amas de casa, trabajadoras, esas mismas que han aguantado los carajazos de los dueños del planeta en la trinchera más aguda y maldita: la casa.
Unas combatieron a la par de los siempre nombrados heroicos combatientes cubanos en Angola, Etiopía, Argelia, el Congo o de la Sierra. Entregándolo todo sin pedir reconocimiento o premiación, se les ve sólidas en su conducta. Homenajean a su hijo, amigo, compañero y compadre. Los afectos expresados durante el homenaje de hoy son también demostración de compromiso pleno.
Ya en el memorial la mayoría de ellas, sobre todo las de mayor edad, rompen en llanto llevándose la mano a sus golpeados párpados, a sus ojeras ya tatuadas. Escurren lágrimas sólo equiparables a la pérdida de un hijo o hermano.
A la salida del memorial pocas se animan a dar testimonio. Bajan del edificio del Consejo de Estado, a metros de la Plaza de la Revolución con el ánimo quebrado. La escena se repite una y otra vez. A cálculo frío, las colas para despedir al histórico están conformadas en un 70% por doñas, trabajadoras y estudiantes. Una de ellas se animó a hablarnos en un primer momento, pero el cuerpo no le respondió. Su amiga que la llevaba de mano, probablemente su comadre tuvo que completarnos el relato. Las dos son apenas un síntoma de lo que hierve en la larga fila que amenaza con tocar la calle Paseo, una de las más hermosas y conservadas en toda La Habana.
Se van las mujeres, Sonia y Janet para ser más exactos, y un carajo de unos 42 años acusa mirada y lanza lo suyo: “Oye, ¿eso va a salir de aquí?”, refiriéndose a las grabaciones que intentamos hacer a pesar de los gritos del personal de seguridad que cada tanto intenta sacarnos de la zona por no estar acreditados oficialmente. “Sí, claro, somos venezolanos”, le respondemos a Isael, el tipo de rostro evidentemente acoñaseado por años de sol. “Yo quiero hablar ahí, ¿se puede?”, insiste. “Dale, dale, habla pa ve”:
Y entonces comprendes que no es exactamente un funeral lo que acontece hoy 28 de noviembre en La Habana. Es una nueva firma de otra declaración de principios a gran escala que hace en pleno 2016 un número grande de cubanos usando a Fidel como excusa, consciente o inconscientemente, da lo mismo. Isael, el tipo de la franela azul vuelta verga por el evidente sobreuso de años, acaba de donar kilos y kilos de comida en forma de homenaje al tipo que en sus propias palabras le ha dado la patria. En realidad es al revés, fue este hombre el que hizo posible la patria de la que por años se jactó Fidel.
Finalmente el aparato de seguridad logra sacarnos de la zona exclusiva para periodistas locales y extranjeros acreditados. No hay drama, bastante famoso es el fenómeno de las hazañas de la inteligencia cubana. Atrás se quedan bajo el sol miles de almas esperando entrar al desfile de más o menos cuatro segundos frente a las cenizas de Fidel, que ahora es polvo y viento.
La Habana sigue triste, pero menos silenciosa que ayer, en la fila para verlo se llora y se ríe, se espera y se avanza, pero sobre todo se resiste, como desde el 59. Ellos saben de eso, y ese espejo no los atormenta.
do Campo Spada, 2016 © – ddocampo@tvmundus.com.ar
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