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El periodismo comprometido.

El periodismo comprometido.

Por José Roberto Duque
(Misión Verdad – Venezuela)

Que en Venezuela el periodismo ha sido asesinado y sepultado por la propaganda es algo que he sostenido muchas veces en los últimos años. El hecho verídico y transversal de esa convicción es este: el gremio de periodistas profesionales se ha divido en dos toletes, uno de los cuales se ha ubicado al lado del poder empresarial para atacar al Gobierno, y otro que ha cerrado filas con el Gobierno para “blindarse” en una defensa a ultranza de todo cuando hace el Gobierno.

En este último tolete pueden percibirse matices en cuanto a los niveles de apego a los decires y haceres del chavismo oficial (hay comunicadores críticos y menos críticos) pero como está claro que emitir opiniones no califica exactamente como “hacer periodismo” entonces en general todos entran (¡entramos!) en el carril del momento: en la actual guerra entre propagandistas los periodistas abandonaron (¡abandonamos!) aquella labor consistente en mostrar las informaciones con todos sus bemoles y posiciones fijadas, de lado y lado, y los trabajos que remotamente tienen aspecto de periodismo son en realidad piezas destinadas a promover las bondades o miserias de uno y otro bandos de la lucha por el poder.
También he gritado por ahí mi orgullo por las posiciones fijadas y los caminos tomados. Salvo algunos ejercicios destinados a mostrar las conquistas del pueblo pobre en proceso de creación y movilización alterna a lo establecido (una forma de periodismo bastante vigorosa y que dignifica como pocos el “para qué” de este oficio), yo sí ando haciendo propaganda chavista y contrapropaganda antihegemónica, me gusta estirar el músculo en esta zona de la inmensa coñacera en curso, y no me importa que se me note.
Pero como uno anda por estos pueblos invitando a la vida a que nos sorprenda y nos enseñe cosas (actitud necesaria para no estancarnos o momificarnos en una idea fija por muchos años o para siempre) he aquí que estoy metido en una dinámica que me ha hecho descubrir un destello, un territorio, un ámbito donde el periodismo puede encontrar renacimiento o redención. Ese ámbito no podía ser otro que las comunas en proceso germinal.

***

Andamos metidos en una experiencia: el periódico-escuela Piedemonte, por acá en la montaña barinesa. No es difícil de entender ni de hacer, aunque haya que sudarla. Se hace así: pones en la calle el periódico y convocas a los habitantes de la comuna a que participen. ¿De qué manera participarían? Escribiendo noticias o historias, haciendo fotografías o informando de viva voz o por cualquier vía el desarrollo de una noticia o historia. Hay gente que no tiene destreza alguna para escribir pero está viva y anda por la calle con los sentidos despiertos; a esas personas también se les convoca. ¿Se les convoca a hacer qué? Una inducción al taller de reporterismo o periodismo comunitario. Ya antes habíamos facilitado este tipo de talleres, así que la cosa ha fluido bien, como las veces anteriores, pero con algunos ingredientes nuevos (ya hablaremos de un par de cosas fundamentalísimas aprendidas a estas alturas de mi vida).

El periodismo genuino lo reencontraríamos en las comunas en construcción

Este taller es permanente y continuo, es decir, no concluye en la sesión de inducción: el taller es la hechura del periódico, y el periódico es la escuela. No es un taller teórico: es un taller que consiste en hacer en la vida real ese maldito periódico para tenerlo en la calle todos los meses.
Esta inducción es una dinámica teórico-práctica de tres horas. Al cabo de media hora ya los talleristas (en este caso particular son en su mayoría campesinos e hijos de campesinos, de entre 13 y 56 años de edad) ya conocen el marco legal que nos autoriza a todos a informar y ser informados, y comprenden las diferencias entre comunicación, información, hecho noticioso, noticia, rumor y calumnia. Se van enterando de cuáles son los géneros que se utilizarán en el periódico: reseña, reportaje, crónica, semblanza, fotoleyenda, artículo de opinión.
Una hora después ya están desguazando colectivamente algunas noticias publicadas para ver dónde están el titular, la entrada y el cuerpo, y se están adentrando en la aventura de la detección de las “5 w” (qué, quién, dónde, cuándo, por qué, y el agregado del “cómo”). Un rato más tarde, ayudados por ese esquema simple de las preguntas que es preciso responder para que una noticia sea completa, ya están construyendo sus propias noticias. El primer ejercicio es la redacción de una reseña o nota simple del taller, que es la noticia más “caliente” e inmediata.
Ocho talleristas-reporteros de los caseríos Agua Fría, Cobalongo y La Laguna, ninguno de los cuales había hecho periodismo jamás y ni le había pasado por la mente la posibilidad de ser reporteros de sus comunidades, comenzaron su ejercicio así:

ANTETÍTULO:
Será una dinámica permanente para que los nuevos reporteros del campo recojan y procesen noticias para Piedemonte

TÍTULO:
Comuneros de Colafría iniciaron taller de reporteros comunitarios

ENTRADA:
“Los habitantes de las comunidades que hacen vida en el Consejo Comunal Colafría (Agua Fría, Cobalongo y La Laguna) dieron apertura, en la Escuela Estadal Unitaria El Cobalongo, a los talleres de formación de reporteros comunitarios de la Comuna Socialista Agroturística Cafetalera Pie de Monte Andino Barinés, el jueves 29 de octubre del presente año…”.

Y así, hasta agotar en esa nota todo cuanto aprendieron en la inducción.

Una vez iniciado este viaje, el facilitador les dice que eso es todo. Que lo demás lo iremos aprendiendo y ejercitando a medida que vayamos haciendo el périódico. Y entonces comienzan los “problemas”: ese gentío sobreexcitado exigiendo la continuación del taller y las sesiones. Tú liberas semejante energía telúrica y ahí tienes: el pueblo comunicador enloquecido y saliendo a la calle en busca de noticias e historias. Hasta la fecha van 32 nuevos reporteros de tres sectores de nuestra Comuna alborotados en la faena de comunicar cosas importantes, que antes creían demasiado locales o intrascendentes como para aparecer en un periódico.

Las últimas lecciones de periodismo las he aprendido de campesinos e hijos de campesinos

De tan básico ejercicio de iniciación al periodismo, hecho por y para gente que se asume campesina y creadora, he ido sacando datos importantes, y entre ellos más de uno insólito, sorpresivo o inesperado. Por ejemplo, el hecho de que los propios talleristas han propuesto la creación de Brigadas de Reporteros Comunitarios. Contrariamente a lo que consideraba costumbre, no es común aquí encontrar reporteros que quieran destacarse o figurar individualmente, sino equipos de gente que entrompan y abordan la confección de la noticia colectivamente: se les da fácil y natural reunirse a decidir cuál es el mejor título, cuál la entrada ideal; a revisar que no se quede ninguna pregunta (qué, quién, cuándo, etcétera) por responder. Así que no andamos formando reporteros sino brigadas de reporteros. Piedemonte está siendo hecho entonces, por ahora, por las Brigadas de Reporteros Comunitarios Colafría, La Quinta y Bicampocerca, y vendrán otras brigadas más.

Otro dato: como en estas comunidades todo el mundo se conoce y hay muchas familias y amistades de toda la vida, ha sido fácil introducir la reflexión sobre el sentido ético de la comunicación social: nadie usará el periódico para destruir la reputación de nadie, y las acusaciones o señalamientos vendrán acompañados por el respectivo ejercicio a defenderse de aquel que sea señalado o acusado. Esto sólo es posible en estos niveles comunitarios; está demostrado que en el ámbito nacional y aun el regional, estos actos de pulcritud y respeto son imposibles. Así que sólo en Comuna se puede jugar a un periodismo limpio, sin dejar de ser combativo.

De los aprendizajes asombrosos o inesperados, me deslumbra este en particular: Luis Alberto Uzcátegui, un cafetalero de los muchos que pueblan este territorio, me ha hecho entender que, cuando usted quiere buscar noticias y detalles de informaciones de actualidad, lo mejor es que la persona esté desocupada, relajada, dedicada a hablar con el reportero. Pero si usted quiere sacarle a alguien historias y remembranzas, lo mejor es ponerse a trabajar con él: cuando el ser humano trabaja con las manos la mente vuela, la memoria fluye, los gritos del pasado llegan nítidos y con detalles del entorno histórico, geográfico y humano.

Así que si usted es buscador de historias póngase la ropa de trabajar y júntese con el trabajador en su tarea: sude el cuerpo, afine el oído, sude su relato.

Maravilloso mi momento de aprendiz; tengo 50 años y tengo la mitad de mi vida haciendo periodismo (mi primera chamba en el oficio fue de reportero hípico en el diario El Universal, en 1990). Puedo decir entonces con propiedad y con orgullo que me estoy gozando este instante anómalo, desconcertante y fabuloso: las últimas lecciones de periodismo las he obtenido, no de sabios escribidores o habladores de academia, sino de campesinos e hijos de campesinos (que también me han enseñado los secretos de la siembra y la cosecha, pero esa es historia aparte).