Hernán Brienza describe un momento esencial para entender el origen de muchas de las cosas que hoy vivimos.
Por Daniel do Campo Spada.
Hernán Brienza, periodista del diario Tiempo, publicó “El otro 17. De la resistencia a la victoria. La historia del regreso de Perón” (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012) que se convierte en una excelente herramienta para que las generaciones más jóvenes, a la que incluso pertenece el autor (nacido en 1971) se informen de un momento histórico (el retorno de Perón en 1972) que ahora ha sido revalorizado en las efemérides del gobierno como “el día de la militancia”. El volumen cuenta de tres partes muy claras. En la primera hace un paneo desde el ajusticiamiento de Aramburu, la agudización de las contradicciones internas de las dictaduras militares que termina fagocitándose incluso a Lanusse, su hombre fuerte. En la segunda, hay un reportaje a Juan Manuel Abal Medina (padre del actual Jefe de Gabinete Nacional y hermano de Fernando, fundador de Montoneros) y en el cierre una breve biografía de las 160 personas que acompañaron al líder de los trabajadores en su regreso a la Argentina.
Basado en ese mítico regreso un 17 de Noviembre tras otro intento fallido y luego de 17 años de exilio desde el golpe de Estado de 1955, Brienza amalgama una historia que nace desde que nuevas generaciones se incorporan a la lucha de la resistencia. A los viejos militantes del peronismo clásico, se incorporan las denominadas “organizaciones especiales”, eufemismo empleado para encuadrar taxonómicamente a las guerrillas peronistas (ya que también había troskistas como el Ejército Revolucionario del Pueblo), compuestas en gran parte por hijos de las clases medias que se beneficiaron de las reformas creadas entre 1945 y 1955 que permitían una movilidad social que les abría las puertas de las universidades entre otras cosas.
El secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu dio no solo el hecho fundacional de la organización Montoneros (clave en los siguientes diez años pero esenciales en el derrumbe de la dictadura) sino que aceleró los problemas que la dictadura empezó a tener desde el Cordobazo. El dictador Alejandro Agustín Lanusse se puso al frente de lo que ya dominaba en las sombras y quiso plantarse como el gran interlocutor de Perón desde un supuesto Gran Acuerdo Nacional (GAN) que la Armada, con los fusilamientos de Trelew en Agosto de 1972 se encargó de mostrar como inviable. La violencia de las guerrillas era incontrolable para los militares y debieron “abdicar” ante Perón, exiliado desde su derrocamiento. Claro que dentro del peronismo no todo eran rosas, ya que distintos sectores (gremiales, políticos y guerrilleros) se creían dueños y artífices de una situación propicia para el retorno del Jefe. Eso generaría tensiones que Brienza deja ahí, en el retorno a la casa de Gaspar Campos.
Tanto el reportaje a Abal Medina, como la lista de los que fueron a acompañar al ex Presidente en su retorno son un retrato vivo de la política de época, con su trasvasamiento generacional y su puente hacia el presente, tanto en nombres que llegan al presente como en organizaciones que se han agiornado. Gran parte de esos 160 ya no están, incluido Perón, pero en gran parte esos asientos del avión transportaron a quienes han sido partícipes de la política nacional en los últimos 70 años del país.
do Campo Spada, 2012 (C)
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NOVIEMBRE 2012-11-18
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