Perdimos otro gran Presidente de la actual etapa democrática.
Por Daniel do Campo Spada.
Intentar hacer unas reflexiones equilibradas en un momento en que la redacción es un hervidero de grabaciones, notas, ediciones, publicaciones y cables es muy difícil. Pero también es difícil el tema. Hace unas horas falleció el ex Presidente Néstor Kirchner.
Los detalles de la muerte la dejamos para la crónica. En estas líneas, que serán de tono mas intimista y personal que periodísticas intento trazar “en unas apretadas líneas” (como decía Evita) la obra que inició y que solo el tiempo le irán dando la dimensión necesaria. Pero si de algo no cabe duda es de que ese político con baja presencia mediática que obligó a ir a Menem a una segunda vuelta y que gana por el abandono de aquel (a sabiendas de su derrota) terminó cambiando definitivamente al país. Mientras el caos que había dejado la Alianza aún era una realidad presente, no solo ordenó sino que se animó a proyectar una Argentina impensada. Soñada, pero impensada como un hecho real. ¿Quién le hacía frente a las corporaciones? ¿Quien le iba a devolver a la clase obrera su espacio? ¿Quien volvería a hablar de inclusión en un país que se había acostumbrado al individualismo propio del liberalismo mas descarnado? ¿Quien se le iba a atrever a pararle el carro a los empresarios que viven gracias a la sangre del pueblo? Ese hombre fue Néstor Kirchner.
Florencio Parravicini (FLOP) decía en sus profecías que un hombre gris proveniente del sur del país iba a cambiar la historia del país. Hoy empiezo a creer en ese vaticinio de hace un par de décadas atrás. Porque aunque Néstor Kirchner no esté, el rumbo está trazado. Su esposa Cristina Fernández lo profundizó y a futuro puede ser otra persona, pero es innegable que la posibilidad de soñar se instaló nuevamente entre los argentinos. Podemos volver a imaginar un país justo, libre, soberano e inclusivo con justicia social y derechos humanos gracias a que se atrevió a enfrentar a todas las corporaciones. A los terratenientes, a la UIA, al oligopolio Clarín, al FMI y a una larga lista de enemigos tradicionales de la suerte de la Nación.
No lo traté personalmente pero ante una situación como la de su propia muerte lo imagino luchando a brazo partido, secándose las lágrimas y vociferando con su voz desafinada invitando a la lucha. Seguramente ya estará haciendo fórmula con Raúl Alfonsín para desde allá, donde habita Dios, ayudar a la Argentina.
do Campo Spada © 2010
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OCTUBRE 2010-10-27
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