Bicentenario de Argentina. CADA CIEN AÑOS MEJOR.

Por Daniel do Campo Spada.

Terminaron las celebraciones del Bicentenario de Argentina. Durante cinco días, vivimos emocionados cientos de actos en todo el país y la reflexión se instaló en cada esquina, en cada mesa de café, en cada hogar, en los lugares de trabajo. Estamos mejor que hace cien años. Muchísimo mejor. Los actores sociales que hoy ocupan el centro de la escena nos representan a todos.
Por momentos vamos a hacer una inevitable comparación con el Centenario, cuando la Argentina era un espacio para pocos y eso no incluía al pueblo. Cuando en 1910 los festejos fueron centrados alrededor de la Infanta española, perteneciente a un concepto increíble en plenos siglos XX y XXI como la monarquía. En los balcones del centro, flameaban muchas banderas argentinas, pero también otras tantas inglesas y hasta hispanas. Una auténtica barbaridad, celebrar junto a quienes nos invadieron, aniquilaron y expoliaron nuestras riquezas durante tres siglos. La colonia celebraba junto a la metrópoli.
Hoy, quienes nos acompañan son nuestros hermanos latinoamericanos. Hugo Chávez de la República Bolivariana Venezolana, Evo Morales de la República Plurinacional de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Luiz Ignacio Lula Da Silva de Brasil, José Mugica de la República Oriental del Uruguay, el depuesto Presidente de la República de Honduras “Mel” Zelaya, el ex mandatario de la República de Panamá Martín Torrijos y el mandatario chileno Sebastián Piñera estuvieron juntos en la inauguración del Salón de los Patriotas Latinoamericanos. Allí reposan como artífices de nuestra historia desde Augusto Sandino hasta Jacobo Arbenz pasando por el propio Che Guevara. Algún día tenía que ser. Nos hemos ubicado donde corresponde, con nuestros hermanos, lejos de los invasores decadentes.
Pero como hablamos de hermanos, a diferencia del anterior centenario, los auténticos dueños de la tierra, los Pueblos Originarios desfilaron por la capital y se llevaron una agenda de trabajo para que la integración que ya promete la Ley Nacional de Educación se haga realidad en muchos hechos más y que las treinta naciones y las veinte lenguas que componen esto que llamamos Argentina ocupen el espacio que les corresponde. Que alegría es escuchar idiomas locales y no los que portan los imperialismos contemporáneos. La mano tendida al hermano queda muy lejos de la genuflexión de muchos gobiernos que nos sacudieron durante décadas.
A diferencia de cien años atrás, el que festejó fue el pueblo. Solo en la Ciudad de Buenos Aires durante cinco días no menos de 400 mil personas por jornada escucharon a casi cien artistas populares de todos los ritmos y manifestaciones culturales. Todas las provincia pusieron sus estands en plena Avenida 9 de Julio, contrastando cuando en 1910 al pobrerío la policía no lo dejaba pasar a las cuadras del centro donde estaba la gente “decente”. Ser “decente” en aquel momento significaba tener dinero.
En la inauguración del Centro Cultural del Bicentenario en un Palacio de Correos restaurado como en las grandes ocasiones, la Presidenta Cristina Fernández instaló definitivamente lo que ya es un sentimiento irrenunciable: “Fuerza América Latina”, que en idiomas locales se dice Abya Yala.
En algunos actos sin embargo quedó un resabio del Centenario como fue el caso de la re-inauguración del Teatro Colón. Para pocos. El multimillonario Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires reunió a toda la derecha, desde el Vicepresidente opositor Julio Cobos hasta Susana Giménez, pasando por los radicales, militares de gala, los terratenientes y apenas los gobernadores de Santa Fé Hermes Binner y el de Chubut Mario Das Neves. Ni siquiera fue el Presidente de Chile Sebastián Piñera, líder junto a Uribe de la ultraderecha latinoamericana. La sorpresa la dio Mujica, mandatario charrúa quien explicó que su padre se gastaba lo que no tenía para concurrir a ver la ópera del Coliseo.
Convivieron dos modelos de país. El del Centenario afortunadamente muy escaso y el del Bicentenario ampliamente ganador, superior, con los ciudadanos en la calle, como corresponde y de la que no hay que salir nunca más para poder defender la libertad que hoy celebramos.

do Campo Spada, Daniel. 2010 ©
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ABRIL 2010-05-25
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