REGIÓN – Venezuela | El papel de la Casa Blanca en el último intento de golpe en Venezuela.
El plan “se consolidó durante semanas de diplomacia secreta que incluyeron mensajes soterrados”, según la nota.
Además del viaje a los Estados Unidos, el dirigente de Voluntad Popular (VP) incluyó sendas visitas a Brasil y a Colombia. El gobierno de Iván Duque posibilitó la salida por tierra a Guaidó de Venezuela con el fin de no levantar sospechas entre las autoridades migratorias venezolanas. Según AP, el presidente de la Asamblea Nacional (AN) comentó en Bogotá el plan de autoproclamarse presidente interino en la manifestación del 23 de enero.
El político opositor Antonio Ledezma agregó detalles sobre las conversaciones, citado por la agencia: se le informó a Estados Unidos y a los países latinoamericanos adversos al gobierno de Nicolás Maduro, agrupados en el Grupo de Lima, que iban a convocarse manifestaciones por la juramentación del 10 de enero.
Añade que “la construcción de consenso en una fragmentada coalición antigubernamental fue cuesta arriba”. Sobre esto, hay que recordar el desarme político que partidos políticos de oposición padecieron luego del fracaso en las guarimbas de principios de 2017. La mala jugada los condujo a establecer canales de diálogo con el Gobierno Bolivariano, hecho que fue repudiado, asimismo, por la mayoría de sus seguidores.
“Sesiones prolongadas enviando mensajes de texto se convirtieron en algo normal”, dijo Ledezma con relación a la orquestación silenciosa del golpe de Estado que se advenía. Leopoldo López, líder sedicioso y encarcelado de VP, habría sido uno de los principales canales de información, según declara un funcionario estadounidense anónimo.
Sigue el cable: “La decisión de confrontar directamente a Maduro solo fue posible gracias al sólido apoyo del gobierno de Donald Trump, que encabezó a un grupo de gobiernos latinoamericanos conservadores al reconocer a Guaidó”. Al parecer, otros políticos de alta influencia del Partido Democráta, los senadores Bob Menendez y Dick Durbin, también dieron su respaldo a la decisión golpista.
Desde Estados Unidos confirman que la Casa Blanca es el máximo responsable de que Guaidó pudiera obtener un apoyo recio por parte de los gobiernos latinoamericanos contrarios al chavismo. Citamos:
“‘Trump personalmente ha desatado buena parte de esto’, dijo (Fernando) Cutz, empleado actualmente por la firma de cabildeo Cohen Group. ‘En cada conversación que ha tenido con líderes de América Latina desde que asumió la presidencia, menciona Venezuela. Eso ha movido muchas opiniones'”.
AP enfatiza que “Canadá jugó un rol protagónico. Su canciller Chrystia Freeland habló con Guaidó la noche antes de que Maduro asumiera y le ofreció el apoyo de su gobierno para confrontar al líder socialista”, así lo habría afirmado un funcionario canadiense. “También estuvieron muy activos Perú, Brasil con su nuevo presidente derechista Jair Bolsonaro, y Colombia”.
EL PAPEL DE RUBIO
Aunque el senador Marco Rubio declare recientemente que, aunque Estados Unidos maneja “todas las opciones” con relación a Venezuela, nadie ha hablado abiertamente en el gobierno norteamericano de una intervención militar para apoyar un golpe de Estado, las evidencias de que se ha pensado en esta medida son varias, provenientes de los medios estadounidenses.
De hecho, un artículo de The New York Times (NYT) afirma que Rubio “se ha convertido en el líder y arquitecto de la política, y en el vocero de facto, de una campaña atrevida y riesgosa que envuelve a los Estados Unidos en el conflicto que ahora cautiva a Venezuela”. Los periodistas que firman la nota se refiere al senador como “el Secretario de Estado virtual para América Latina”, quien “ha hecho esfuerzos para comprometer y educar al señor Trump” con relación a un golpe contra el gobierno chavista de Nicolás Maduro.
Añaden que tanto Rubio como el vicepresidente Mike Pence y otros altos funcionarios “han instado” a Trump para que éste apoyara a Guaidó.
El constante susurro por parte del senador de la Florida a los oídos del presidente estadoundiense para que se involucrara cada vez más viene desde febrero de 2017 (visita de Lilian Tintori al Salón Oval), pues -dice el medio neoyorquino- Rubio y Trump ha hablado sobre Venezuela por lo menos una vez al mes desde entonces.
Asimismo, ya cuando Guaidó tenía asumida la idea de autojuramentarse como “presidente encargado de Venezuela”, reseña NYT que el martes 22 de enero “el señor Trump y su equipo se reunieron con el señor Rubio en la Casa Blanca junto con otros tres republicanos de la Florida: el gobernador Ron DeSantis, el senador Rick Scott y el congresista Mario Diaz-Balart”. El señor Rubio habría sido el que insistiera, una vez más, en reconocer a Guaidó según el plan.
No en balde, desde aquella tribuna mediática decidieron darle el mote de “Derrocador en Jefe” (Ouster in Chief).
¿UNA MEDIDA PENSADA RECIENTEMENTE?
Los encuentros desarrollados en República Dominicana en el marco de las mesas de diálogo en 2017 y principios de 2018, que tenían como uno de sus mediadores al ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, buscaban generar consensos entre ambos bloques con el objetivo de lograr una salida al ciclo violento y alcanzar la estabilidad política en el país.
El retorno del “aglutinamiento” al que refiere el cable de AP puede vincularse con la ruptura de las conversaciones en República Dominicana, cuando los opositores venezolanos, dirigidos por el vocero antichavista Julio Borges, se negaron a firmar un acuerdo que había contado con su participación bajo las presiones públicas de Rubio.
La salida de Borges de las mesas de diálogo se debió a presiones hechas desde el Departamento de Estado norteamericano que impidió el pacto de convivencia política.
El 7 de febrero de 2018, Zapatero hizo comentarios al respecto del sabotaje que los partidos políticos de oposición hacían a la firma de los acuerdos. “El texto presentado es una síntesis de lo esencial en materia de garantías electorales, observación y fecha de la presidencial”, dijo a la prensa.
Durante su intervención, agregó que “nadie ha propuesto una alternativa a este acuerdo de convivencia democrática”. Esa tarde, Borges habría presentado un contradocumento que saboteaba todos los consensos e imponía otros que claramente favorecía a la oposición.
El documento oficial establecía las condiciones para convocar a elecciones, discutidas en sesiones con el gobierno y la oposición. Entre las exigencias electorales, estaba la invitación a organismos multilaterales para ser observadores internacionales del proceso, acceso a los medios y establecimiento de un cronograma para comicios legislativos y municipales.
Hay que destacar que todos los acuerdos fueron tomados como referencia por el CNE al desarrollarse la agenda electoral de 2018.
El torpedeo de las acciones políticas primariamente impulsadas por el Gobierno Bolivariano hace constar que la oposición, debilitada en ese momento, tomó una deliberada decisión de no presentarse a las elecciones presidenciales para deslegitimarlas, al igual que la negativa de la ONU y la Unión Europea de enviar una misión electoral, como se había acordado.
Los motivos parecieran trazar este punto, en el que se conjuga una crisis económica principalmente agudizada por el bloqueo financiero vía sanciones estadounidenses con la instalación de un “gobierno paralelo” liderado por VP, un caldo de cultivo en lo social. De allí la oposición pesca, como en los últimos seis años, para absorber capital político con el cual ahora busca apoyo tanto de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y los amplios sectores populares para finiquitar el golpe de Estado.
Aquella deslitigimación de las elecciones presidenciales del 20 de mayo no sólo intentaban quebrar todas las soluciones políticas al conflicto venezolano, sino también abonar el camino para que los grupos más sediciosos de la oposición, encabezados por VP, pudieran tomar el control de la Asamblea Nacional y así impulsar un inédito formato de intervención y golpismo (ya ensayado en Medio Oriente) no sólo en Venezuela, sino en América Latina.
El también fallido plebiscito opositor a favor de instalar un “gobierno paralelo” en el contexto de las guarimbas de 2017 demuestra, además, que la “presidencia interina” de Guaidó era un plan de larga data. Solo que ahora fue lanzado en público ante la correlación favorable de gobiernos de derecha en la región, aunque su derrotero sea incierto, posiblemente violento y no tenga asegurado ningún tipo de éxito.
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