EDITORIAL – Mundo | Francia es el caso testigo de cómo se retrocede un siglo

Redaccion diciembre 10, 2018 0 Comment

Por Daniel do Campo Spada
(TV Mundus)

El Presidente de Francia Emmanuel Macron se aferra al poder y por el momento no quiere renunciar a pesar de que ese país europeo se encuentra en una crisis social y política sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Incluso es superior a los hechos de mayo de 1968. La crisis de los “chalecos amarillos” tiene mayor extensión geográfica, abarca a más clases sociales y no tiene cabezas visibles.
Al mundo trascendió que los manifestantes que desde hace seis semanas han logrado paralizar la actividad “normal” solo estaban preocupados por un aumento de los combustibles. Al regresar de la insulsa Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Macron dijo que congelaría el precio de la energía hasta diciembre de 2019. Sin embargo, esta indignación sin un líder visible que ordene todo se enardeció aún más, mostrando que en realidad es un rechazo a la pérdida de puestos de trabajo, la carestía de la vida en general y la reducción gradual (o no tanto) de derechos laborales día a día.
Sin el glamour de los jóvenes y obreros de los años 60 del siglo pasado pero sí mucho más decididos y desencantados los manifestantes que sacuden la totalidad de Francia han sacudido a un país señero en el respeto y enumeración de los derechos del ciudadano como entidad jurídica. El derrumbe del estado de bienestar a manos de un nuevo tipo de monarquía tecnocrática pone en vilo la vida normal francesa.
Los chalecos amarillos piden la renuncia de un gobierno ajeno al pueblo, que lo votó engañado una vez más por los medios de comunicación. También es verdad que muchos votaron a la derecha prolija de Macron, como forma de evitar la irrupción de la derecha nacionalista que crece en la mayoría de los países del viejo continente. Un año después vieron cómo el miedo permitió que en sus vidas se recortaran derechos sociales y laborales siempre en beneficio de las grandes corporaciones privadas.
En muchos aspectos la experiencia gala es un espejo en el que miran varios países de Occidente. El ajuste y pérdidas de derechos, pauperizando a las poblaciones en beneficios de una élite cada vez más pequeña y transnacional. Cientos de millones de personas, sin el espíritu de lucha de nuestros ancestros vemos desaparecer en nuestras narices cosas logradas en base a la lucha y la vida de varias generaciones anteriores. El adormecimiento generado por los medios de comunicación completan un círculo que nos lleva (por lo menos) a un siglo atrás.
Cuando la policía irrumpió en plena hora de clase a un Instituto para buscar a quienes se habrían manifestado una horas antes, marcó un quiebre en el sentimiento indiferente de más de un ciudadano. Casi 150 jóvenes arrodillados en el patio con las manos en la cabeza y en algunos casos mirando el muro fue algo que no pudieron tapar los grandes medios. La vieja es escuela de represores franceses parece haber regresado.

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