Papel Prensa: La Verdad.
Por Daniel do Campo Spada.
Mientras la Presidenta argentina Cristina Fernández daba el discurso más importante de su gestión, en cuanto a consecuencias se refiere, detrás de ella una imagen de Juan Domingo Perón sonreía con los brazos abiertos en un gesto que parecía decir: “Fuerza Morocha”. El acto formal en el que una Comisión Investigadora puso en 26.000 folios en blanco sobre negro la forma en que un grupo empresario se quedó con la estratégica Papel Prensa marca un antes y un después. El control que Clarín y La Nación ejercieron durante décadas sobre el periodismo gráfico, parece empezar a terminarse.
Después del primer peronismo, distintos gobiernos comienzan a perfilar la idea de que nuestro país tenga producción propia de un insumo tan estratégico como es la producción de papel para los diarios, base de un sistema democrático. Cada diario, al importar debía pagar una sobre tasa del 10 % para un fondo que permitiera la creación de una fábrica de celulosa. Salteando varios momentos históricos, en 1976, la junta de comandantes que se hizo del poder por medio de un golpe de Estado buscó socios en el ámbito civil. Los tres diarios de mayor tirada eran La Razón (hoy del Grupo Clarín), La Nación y Clarín y el dictador Jorge Rafael Videla sabía que era fundamental controlar a la opinión pública. En ese momento la prensa gráfica gozaba de una influencia inusitada en función de la férrea censura hacia los medios independientes.
En ese marco, era esencial darles el control de Papel Prensa, propiedad de la familia Graiver. David, cabeza del grupo familiar, muere en un sospechoso accidente de aviación en Agosto del 76 y como si fueran perlas de un mismo collar comenzó una fuerte presión sobre su esposa Lidia Papaleo y Rafael Ianover, quien admitió ser su testaferro. Las amenazas, denunciadas después de mucho tiempo por la propia viuda demuestran el mecanismo perverso de una dictadura cívico-militar en el que no solo se exterminaba a los ciudadanos que pensaran sino que además un grupo (nada pequeño) de empresarios elegía la empresa que le gustara como si se tratara de una golosina en un quiosco. Desde allí, el secuestro, amenazas o torturas eran parte de las negociaciones para que los “indeseables” cedieran sus propiedades a los amigos del régimen. Los Graiver, mas que por su cercanía a Montoneros, eran molestos por ser judíos. La junta dictatorial practicaba un integrismo que haría revolver en su tumba al propio Jesucristo. Cosa que no ocurre porque nuestro hermano mayor derrotó a la muerte.
“La mirada de (Héctor) Magneto no me la olvido más”, dijo Lidia Papaleo, amenazada con la suerte que podrían correr ella y su hija de apenas un año. Bajo presión, cedieron la empresa por cifras ridículas, previa demonización de la empresa. “Clarín y La Nación no humillaron”, dijo Isidoro Graiver, hermano de David al diario Tiempo Argentino1. A los pocos meses, fue detenida toda la familia. A Lidia y a Ianover los torturaron y el contador Jorge Rubinstein murió en una sesión de picana. El resto de las empresas de la familia pasaron a la Comisión Nacional de Reparación Patrimonial (CONAREPA). Desde ese momento se empezó a construir el mapa de medios de la actualidad, ya que desde el control del papel comenzaron a decidir que medio sobrevive y cual se ahoga en onerosas importaciones. “Desde hace décadas existe un poder encima del Estado”, dijo en su discurso la Presidenta y aquí cabe recordar una anécdota que nadie ha desmentido y que a fuerza de repetirse termina siendo verídico. El ex Presidente Carlos Menem, abanderado de las corporaciones, contó que en una reunión privada con Magneto este le pedía tantas cosas que el riojano dijo “pero entonces Usted quiere estar en mi lugar”, a lo que el CEO del oligopolio contestó nada risueñamente “eso es poca cosa… los presidentes pasan y Clarín queda”.
Los dos medios no dudaron en publicar al día siguiente del anuncio de presentación del informe una sospechosa solicitada a página completa de Isidoro Graiver, celoso de por vida con su exitoso y difunto hermano David. Aprovechando una interna familiar que desnocemos llegó al punto de contradecirse a sí mismo. La bajesa de Clarín y La Nación muestra que en su derrumbe del pedestal en el que se creían impunes de por vida han perdido hasta la elegancia.
Ahora es la justicia la que deberá estudiar esa profunda investigación y el parlamento el que deberá asumir su posición democrática o no para declarar por Ley de Interés Público la fabricación de celulosa para papel de diarios. Y nosotros, como ciudadanos, no debemos retroceder ni un paso en este avance alcanzado por la democracia.
do Campo Spada © 2010
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AGOSTO 2010-08-26
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