EDITORIAL – Trabajadores | Macri logró unir al país… en su contra. Un pueblo opositor repudió a la CGT oficialista.

La CGT por su tibieza fue tan repudiada como Macri.

Quien esto escribe recorre marchas del movimiento obrero desde 1983 y en el 7 de marzo de 2017 se respiró un clima tenso desde varias horas antes. Algo estaba en el aire. Al terminar el más contundente acto opositor en contra del régimen macrista el triunvirato neo-macrista de la CGT (Carlos Acuña, Juan Carlos Schmid y Héctor Daer) que acompañó al Presidente del PRO desde el comienzo no pudo ponerse hoy la camiseta de opositora. Un pueblo que masivamente se opuso al neoliberalismo les robó el acto y los echó del escenario. Otro dirigente sindical macrista como Armando Cavallieri los refugió en su sede a pocos metros del escenario. La gente se cansó y se llevó puestos a “sus” dirigentes.
Cada orador fue tapado por los tamboriles de los gremios más cercanos al escenario y algunos de los postes de audio fueron cortados. Por cuadras enteras ni se escuchó lo que se decía. Acuña pidió silencio “escuchen las razones” y Schmid pidió respeto. Daer navegó en el desconcierto diciendo como acto fallido que “antes de fin de año vamos a hacer un paro”, que ante la inmediata rechifla corrigió “a finales de marzo o primera quincena de abril”. Un bochorno, porque le agregó “vamos a negociar”. Basta. La población no soporta más negociaciones ni brindis vergonzosos como los de fin de año con Macri en la Quinta de Olivos.
El acto superó a la CGT. Cientos de miles no respondían a ese triunvirato de tibios ligados a Macri, a quien le toleraron todo en estos quince meses. Incluso dos de los tres son massistas, aliado directo del PRO. Y el pueblo en general, sindicalizado y por la libre mostró su fastidio definitivo. En las calles se vio el repudio y estos gordos tienen que acostumbrarse que las negociaciones de palacio ya no les servirán. Nunca más que ahora la frase peronista de “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes” adquirió una temible vigencia.
El día anterior una conducción legítima de los docentes estatales juntó a doscientas mil personas que llenaron una marcha de veinte cuadras sin ningún incidente, obteniendo apoyo de propios y extraños. Al día siguiente, aislados en glorias de las que no disponen una de las más tibias conducciones que tuvo la CGT en su historia fue repudiada y empujada a una crisis de representación que incluyó a Pablo Moyano (Camioneros) que se retiró a los empujones a pesar de los muchachones que lo protegían. El día anterior había amagado a decir que no era necesario ir a un paro. Cada dirigente que diga esto en el contexto de derrumbe del país deberá pagar su precio.
No se recuerda otra CGT tan pusilánime como la actual. Quizás la de otro Daer que coqueteó con el menemismo en los 90. Fue una época de sindicalistas millonarios y millones de despedidos y ahora eso parece repetirse, pero la paciencia se agotó en mucho menos tiempo que con el menemato. Los disturbios del cierre fueron un cuadro de situación de que o se ponen al frente de la realidad de los trabajadores o se tienen que ir.

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