OPINIÓN – Argentina | Cristina Kirchner y Lao Tse
Los días siguientes al término de su mandato, Cristina Fernández puso en practica un arte que pocos políticos logran dominar, un ejercicio de paradoja que hace de la acción política un movimiento atronadoramente eficaz y sutil: la capacidad de saber desaparecer. Como gran estratega permitir el repliegue táctico para condescender al adversario desplegar sus fuerzas y revelar su verdadero plan. O mejor aún, en el caso de Mauricio Macri, sus errores de concepción ante la historia y su propio pueblo.
La imagen del recién electo presidente argentino echado en una tumbona tipo country de vacaciones en su estancia de verano habla por sí sola. Luego de aumentar los precios de los servicios básicos de su país, encaminar la liberación de precios de los alimentos, comenzar la casería de brujas contra los funcionarios “kirchneristas”, y en definitiva echar a andar sin dilación un afilado plan político neoliberal y restaurador del capitalismo más retrogrado del planeta, Mauricio Macri no pudo contener el incurrir en un gesto que lo define más aún que doscientos planes de reajuste firmados por el FMI. Macri se fue de vacaciones vestido de Lacoste a una hacienda multimillonaria a vivir su verdadera vida: la de propietario, terrateniente, y hombre acaudalado para quien la Argentina es el mejor de sus negocios.
Cuánto de acierto tiene entonces la acción de ocultamiento de Cristina. Dejar hacer, hacer ver el rostro del enemigo, precipitar el error en las filas contrarias. No actuar. Casi como en una frase de Lao Tse (el Tao es la acción en la no-acción, decía J.E. Ruiz-Guevara), Fernández de Kirchner deja al descubierto la otra pantalla: la de la anti-política escondida en la guerra mediática, la agenda neoliberal disimulada en supuestos slogans de cambio, el sabotaje patronal contra los rubros de consumo básico, en el incansable oposicionismo de micrófono que cosechó el malestar en las clases medias aturdidas, y la desmovilización -e incluso la división- en las filas de las fuerzas populares.
Es oportunidad para recomponer las fuerzas a lo interno en una campaña sigilosa de vinculación social
Un amigo me dice que la vida no imita al arte, sino a la mala televisión. A las malas series de televisión. En el caso venezolano podemos decir que la vida política de Venezuela -en sus expresiones derechistas, reaccionarias y reveladoramente regresivas- intenta parecerse a la peor tele-política del continente. Así como Macri avanza en su plan político para restaurar el peor Carlos Menem, para cuando se escribe esta crónica Henry Ramos Allup hace de espantapájaros del pasado invocando el retorno del jedi de la Guerra de las Galaxias adeco-copeyana. Es decir, Henry Ramos hace campaña por la presidencia de la Asamblea Nacional amenazando con hacer desaparecer al chavismo, con liberar precios y el dólar, con sacar a la calle a la dirigencia psicopática que ahora paga cárcel, y con restituir el paraíso de la alternabilidad de partidos con diferente máscara y el mismo rostro.
Nuestro ocultamiento, la táctica del no-hacer para hacerlo todo tiene dos direcciones. La primera, develar el verdadero rostro del enemigo con esta máxima: no lo digas, deja que ellos lo hagan. Permitir que sean ellos quienes se lancen al abismo. El verdadero cariz fascista y elitista de estos grupos quedará expuesto al instante en que desde la Asamblea Nacional intenten tirar abajo la Ley de Precios Justos, la Ley del Trabajo, la Ley de Tierras, y avancen en su agenda de Golpe Institucional. Frente a esa monstruosa encrucijada histórica el castillo de naipes de la Unidad tendría su noche negra, así como Macri, desde su piña colada de terrateniente, comienza a escuchar los malos pájaros de su desgracia.
Los procesos sociales son ineluctables, apuntó Marx. Es oportunidad para recomponer las fuerzas a lo interno en una campaña sigilosa de vinculación social, dando la ocasión para comprender la emocionalidad aún latente del 6D, pero al mismo tiempo saltando sobre las necesidades expresadas y entendidas en las bases. Es cierto que la gestión de micrófono hizo daño en el accionar del chavismo, es tiempo entonces de la asamblea, del círculo poderoso que no aparecerá en las pantallas pero quedará forjado en los corazones de nuestros camaradas.
Perder una elección no es nada. Es una ilusión ante el devenir de los pasos gigantes del pueblo. Así lo recuerda Cristina Kirchner desde la sombra, esperando el tiempo del contraataque, y también nos lo indica ese breve y leve poema de Elizabeth Bishop que reza en silencio: “Pierde algo cada día. Acepta la angustia de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano. El arte de perder se domina fácilmente”.
Comentarios recientes