EDITORIAL – Dictadura Militar | 40 años atrás Argentina entraba en la peor noche.

Por Daniel do Campo Spada
Editorial publicado en el número 71 de ECO Informativo.

Tapa_ECODigital_711.- El “Proceso de Reorganización Nacional” fue tan cruento y nefasto que cuando en Argentina se habla de “dictadura” la palabra remite a la que encabezó Jorge Videla en 1976 y que concluyó con Bignone en 1983 dejando a las demás experiencias la necesidad de aclarar a cuales se refieren. Un saldo luctuoso de 30 mil detenidos y desaparecidos, quinientos niños robados a sus madres y un millón de exiliados internos y externos son solamente la parte humana de un régimen empresario-militar que destruyó la economía nacional poniéndola de rodillas por casi medio siglo. No fue una de las primeras experiencias novedosas (represión más economía de la dependencia) que el nuevo imperialismo norteamericano aplicaba a lo que consideraba “su” patio trasero.
El 24 de marzo fue escenario de un largo y meticuloso plan elaborado en secretas (y no tanto) oficinas políticas y corporativas de Estados Unidos y la Argentina para alinear a nuestro país en un plan continental al que ya se habían incorporado Paraguay, Brasil, Uruguay, Bolivia y Chile. Un régimen militar capaza de contener a los pueblos como sostén de un cambio de matriz económico-dependiente de Washington. Los uniformados, participantes de planes multinacionales eran los encargados de aniquilar cualquier resistencia social e intelectual capaz de poner en peligro los planes de continentalizar la dependencia.

2.-El retorno del peronismo.

Previo a la noche estuvo presente el sol. Aunque solo fue una primavera, el retorno del peronismo en 1973 ponía las esperanzas populares en el lugar más alto desde el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955 a manos de las fuerzas oligárquicas. Tras 18 años de proscripciones el viejo líder podía volver a la Patria. Por un artilugio legal durante 49 días el Presidente fue Héctor J. Cámpora, acompañado fundamentalmente por sectores progresistas y revolucionarios encarnados en una juventud hasta ahora irrepetible. Las “formaciones especiales” (eufemismo para llamar a las agrupaciones políticas que no descartaron el uso de las armas para combatir a las sucesivas dictaduras) ocuparon un lugar imprescindible en ese retorno y reclamaron su espacio.
Por otro lado, sectores de derecha encarnados en viejos resabios del peronismo corporativo en el que se disimulaban tendencias fascistas y represivas que tenían en José López Rega (último secretario privado de Isabel Martínez y Perón) a su cabeza visible convirtieron al país en un territorio de combate cotidiano. Listas negras, asesinatos clandestinos y ajusticiamientos en la vía pública fueron el caldo de cultivo que los medios de comunicación derechista exacerbaban para pedir “mano dura”. La inseguridad ciudadana era parte del plan que buscaba legitimar la llegada de los dictadores. La Triple A, organización en las sombras de la ultraderecha preparaba el sistema genocida que los militares llevarían luego a extremos impensados.
Tras la muerte de Perón las tensiones internas (que ya se habían manifestado con él en vida) se agudizaron y para peor al frente del Gobierno quedó “Isabelita” Martínez, última esposa del extinto mandatario que había asumido como Vicepresidenta a pesar de su improbable capacidad para el cargo. Su año de gestión fue el necesario para que cada integrante de las corporaciones empresarias, religiosas y militares tomaran sus posiciones para asaltar al poder con un plan preparado meticulosamente y con tiempo.

3.-El golpe.

El 24 de marzo de 1976 a la madrugada la Presidenta Martínez fue detenida en la Casa Rosada o al salir de allí. Los testigos se siguen contradiciendo cuarenta años después. Su detención fue inmediata y pocos certifican que hubiera intentado resistirse con una pistola personal que aparentemente llevaba en su cartera. Hasta 1981 estuvo detenida en una casa alejada. En pocas horas había un nuevo gobierno, como escuetamente anunció el diario Clarín, que sería uno de los principales cómplices y favorecidos con el proceso que se iniciaba.
Lejos de una espontaneidad que no existió, los militares tomaron radios con una velocidad planificada desde donde intervenían las transmisiones y emitían su primer comunicado advirtiendo a la población a que se quede en sus casas porque las Fuerzas Armadas habían tomado el control operacional del país. Desde ese día fueron una auténtica fuerza de ocupación, aplicando los años de entrenamiento para dictadores que Estados Unidos daba en la Escuela de West Point que se encargaba de adoctrinar a los uniformados que en todo el continente jugarían en función a los dictados de la Casa Blanca en base a la Doctrina de Seguridad Nacional con la que querían combatir un suspuesto avance del comunismo. Era una más de las fichas en la guerra fría que la potencia capitalista sostenía con la Unión Soviética. Argentina estaba en un lugar del mapa que los estadounidenses y la oligarquía local consideraban como propia.

4.-El peronismo fue la excusa pero no la causa.

Quienes quieren justificar la llegada de la peor dictadura que conoció el país en el siglo XX le echan la culpa a los enfrentamientos internos entre la derecha y la izquierda del peronismo, pero en realidad esa fue la excusa perfecta. En el resto del continente reinaban dictaduras destinadas a transformar la matriz económica y política del país y el proceso que en la Argentina se había abierto con el regreso de Juan Domingo Perón en el ocaso de su vida retrasó los planes largamente trazados por Washington. La oligarquía local tuvo que esperar ese desgaste interno que la Triple A de José López Rega le entregó en bandeja con tal grado de complicidad que muchos de esos matones irregulares pasaron a formar los Grupos de Tarea de represión instrumentados por el Terrorismo de Estado del dictador Videla y sus secuaces.
El 24 de marzo de 1976 empezó lo peor. Tomaron el poder en forma total. La economía, los medios, la educación, la “justicia” genuflexa y cómplice y los empresarios arrasaron con años de historia y cultura. El miedo introdujo un fuerte cambio de valores que perduran cuarenta años después en gran parte de la población. Al barrer a juventudes solidarias capaces de entregar su vida por un mundo mejor para los otros se pasó al individualismo, la delación empujada a veces por el miedo y a veces por el medio pelo, la obstentación y el disfrutar de la mala suerte del prójimo. Gran parte de esta matriz hoy radica en los votantes del Presidente Mauricio Macri y el PRO en sus distintos estamentos. Aunque la comparación es demasiado arriesgada, a nadie le importaba la desaparición o censura con la misma indolencia con que vemos incrementar nuevamente las colas de desocupados y las cifras de familias que caen en la marginalidad.

5.-La represión.

En los setenta se había dado una síntesis de varias generaciones que se habían formado en la resistencia a las dictaduras anteriores con otras más nuevas que habían accedido a una muy buena educación pública (creada durante el primer peronismo). Había una conciencia y formación ciudadana que apenas se repitió en la década ganada del siglo XXI. Barrer con una población en gran parte conciente de las estructuras de dominación y los alcances de las injusticias obligó al régimen a un esquema represivo brutal. En las mazmorras del régimen se cometían asesinatos con un grado de crueldad y sadismo jamás imaginado. No había parte del cuerpo que no fuera mutilada, torturada, quemada, mujeres violadas, madres parturientas a las que les robaron sus hijos en cautiverio y detenidos que eran arrojados al mar vivos.
Desde el primer momento los militares consideraron al país como territorio de ocupación y se comportaron de hecho como un ejército extranjero. En gran parte la formación de los militares en las academias del imperio norteamericano los hacía sentirse superiores. A ello se debe agregar que desde el derrocamiento de Perón en el 55 los oficiales empezaron a tener sus propios círculos sociales de pertenencia (clubes, colegios, barrios) que los emparentó más con la oligarquía que con sus orígenes reales. La cooptación mental los hizo trabajar con odio de clase.
El país se inundó de Centros Clandestinos de Detención (CCD) en los que las personas eran secuestradas en medio de operativos en los que los militares usaban ropas y autos particulares. No había registro ni respeto por la ley. Se abordaba a las víctimas en sus propias casas, calles o trabajos, sin discriminar la presencia de familiares (en muchos casos niños). En la oscuridad de la noche eran desaparecidos. Cuando alguien quería saber dónde estaba su familiar no había forma de saberlo. Ni siquiera la jerarquía de la Iglesia Católica Romana (a la que pertenecían la mayoría de las víctimas) colaboró. Por el contrario, en muchos casos actuaron como informantes de los dictadores de los que eran aliados y sostenedores espirituales. En la base del clero de los romanos también hubo un centenar de desaparecidos por el pecado de no ser cómplices del genocidio.
Entre los familiares que buscaban a los detenidos-desaparecidos se formaron organizaciones que hoy gozan de respeto mundial en el marco de la defensa de los Derechos Humanos. En la Plaza de Mayo se formaron las agrupaciones de las Madres y Abuelas que llevaban el nombre de pertenencia de la misma.

6.-La economía.

Junto al plan represivo, de alineamiento con Estados Unidos hay que agregar la mayor transferencia de recursos desde los sectores populares hacia la oligarquía. José Alfredo Martínez de Hoz fue el Ministro de Economía del dictador Videla. Detrás de él estaban las principales asociaciones de grandes empresas nacionales e internacionales radicadas en el país. Agroexportadores y bancarios fueron quienes armaron con mucho tiempo previo a 1976 una estrategia para valerse de la Argentina como un botín que clausuraría a varias generaciones detrás de una asfixiante deuda externa que aumentó diez veces en los siete años del Proceso. De apenas u$s 4.900 millones se pasó a deber u$s 47.000 millones. La base “teórica” de la estafa la brindó la denominada escuela monetarista de Chicago y era nutrida por tecnócratas formados en el país del norte.
En el medio se suspendieron todos los derechos laborales, se reprimieron a las organizaciones sindicales y junto a la eliminación de la actividad político-partidaria se destruyeron los restos de la economía de sustitución de importaciones que había instaurado la revolución del 43 y que Perón había profundizado. Los millones de desplazados eran silenciados con la muerte, el exilio o el temor. Incluso cerca de seiscientos comerciantes y empresarios fueron obligados coercitivamente (incluso con la detención clandestina o la muerte en algunos casos) a “dar” sus empresas a militares o millonarios del círculo dictatorial.
La libre importación se planteó como una forma de “modernizar” al país cuando por el contrario se lo condenó a un estado de derrumbe económico que solo se revirtió durante la primavera kirchnerista.

7.-La Guerra de Malvinas.

Cuando el régimen pasaba momentos económicos difíciles de disimular aún con la brutal censura de prensa que existía, el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, general del Ejército adicto a las bebidas alcohólicos y niño mimado de Washington quiso tapar la primera protesta obrera organizada (con un muerto en la calle por blas policiales) con una aventura militar detrás de un justo reclamo argentino. Casi improvisadamente se invadieron las Islas Malvinas, ocupadas por los ingleses desde 1833. La justa causa que la diplomacia nacional trabajaba rumbo a su recuperación fue manchada por un conflicto bélico imposible para nuestro país. Gran Bretaña y Estados Unidos se aliaron militarmente en nuestra contra y las recuperaron. A los 600 soldados conscriptos muertos por fuego enemigo o por la tortura de nuestros propios uniformados hay que agregarle una cifra similar de ex soldados que se suicidaron en los años siguientes. La posición argentina es desoida hoy por los invasores amparándose en ese hecho de 1982, aún a pesar del apoyo unánime que la soberanía sudamericana recibe en cuanto foro internacional en que se exponga el tema.

8.-Hoy.

Después de cuarenta años, los mismos sectores que se beneficiaron con la dictadura militar-empresaria retornaron al poder. En este caso fue por medio de los votos. Las consecuencias económicas y sociales serán seguramente las mismas. Una economía destruida al servicio de las superpotencias occidentales y el enriquecimiento vil de un reducido grupo de especuladores financieros es el principal eje que dejará a millones de argentinos nuevamente en la marginalidad a la que habían sido condenados sus padres.

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